Publicado en la revista académica Pediatrics, el informe señala que las cifras tuvieron en cuenta tanto las muertes oficiales por la Covid-19 como aquellas provocadas, entre otros motivos, por homicidios y sobredosis de drogas, más allá de las esperadas en un año típico antes de la pandemia.
Susan Hillis, investigadora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y autora principal del estudio, lamentó la magnitud del problema.
Es inquietante pensar que por cada cuatro muertes por Covid-19, un niño se queda atrás, dijo al insistir que ‘esto es una crisis’.
Los datos también arrojaron grandes disparidades por raza y etnia, incluso más sesgadas hacia una sobrerrepresentación de las comunidades minoritarias.
En el conjunto de Estados Unidos, uno de cada 500 niños perdió al menos a uno de sus padres o cuidadores, pero en el caso de los indoamericanos fue de uno por cada 168; entre los negros, uno de cada 310, y en los hispanos, uno de cada 412.
La proporción respecto a los niños asiáticos fue de uno cada 612, y entre los blancos, uno de cada 753 lamentó el deceso de uno de sus padres o cuidador.
El estudio determinó que la mayor carga de fallecidos ocurrió a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, en el sur y en las zonas tribales.
Tanto Hillis y los coautores del reporte, junto con líderes religiosos y tribales, grupos de padres, terapeutas de apoyo al duelo y otros, pidieron a los estados y al gobierno de Joe Biden que hagan más para apoyar a estos niños.
Además instaron a dar una respuesta integral que incluya asistencia financiera, servicios de salud mental, educación, seguros y mayores recursos para el sistema de acogida.
A lo largo de la pandemia de Covid-19, los expertos en salud pública y otros observadores alertaron a menudo que los niños se libran en gran medida de lo peor porque son menos propensos a desarrollar enfermedades graves a causa del coronavirus SARS-CoV-2, pero obvian algo mayor: muchos de los muertos son padres o cuidadores.
Esas pérdidas son una de las cosas más estresantes que pueden ocurrir en la vida de un niño, lo que le expone a una trayectoria de depresión y estrés postraumático, así como a manifestaciones físicas del duelo, como problemas cardíacos, indicaron los especialistas.
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