Entre flashes, caminatas por el centro histórico de esta capital, galerías, espectáculos artísticos y otras actividades en la ciudad central de Camagüey, transcurrió la agenda de la esposa del antes vicepresidente norteamericano y actual mandatario, Joe Biden.
Durante la visita oficial, entre el 6 y 9 de octubre de 2016, la académica intercambió con funcionarios del gobierno, emprendedores y mujeres destacadas en los sectores de la educación, salud y la actividad científico-investigativa.
El programa de la profesora con un doctorado en Pedagogía además dejó espacio para asistir al partido amistoso de fútbol entre selecciones de Estados Unidos y Cuba, encuentro emblemático por ser el primero de este tipo desde 1947.
El proceso de normalización de las relaciones diplomáticas iniciado en diciembre de 2014 bajo el Gobierno de Barack Obama (2009-2017) y Joe Biden, quedaría, de un plumazo del mandatario Donald Trump (2017-2021), en un supuesto punto de no retorno.
En junio de 2017, el magnate neoyorquino firmó un memorando que derogó una directiva de su predecesor y suprimió la mayoría de los avances en las relaciones con La Habana.
‘Estoy cancelando todo el acuerdo bilateral del último gobierno. Estoy anunciando una nueva política, como prometí durante la campaña’, dijo Trump, y dio a conocer restricciones a la entrada de divisas al país caribeño y una férrea aplicación del bloqueo económico.
Más de 240 medidas coercitivas para asfixiar al pueblo de la isla mayor de las Antillas figuran como el legado del 45 ocupante del despacho oval, como parte de una política que Joe Biden, en sus días de campaña presidencial, prometió revisar.
Engrosan la lista de Trump contra Cuba las limitaciones a los viajes de ciudadanos estadounidenses, obstáculos para el comercio exterior, las exportaciones y el envío de remesas, así como campañas de descrédito y la suspensión de los vuelos a los aeropuertos cubanos, con excepción de La Habana.
Bajo el pretexto de incidentes de salud reportados por diplomáticos estadounidenses aquí, para los que la ciencia no ha encontrado causa e informes del Departamento de Estado norteamericano revelaron mal manejo gubernamental, cerraron los servicios consulares en la capital caribeña.
Esa decisión influyó en la suspensión del programa de reunificación familiar y el otorgamiento de visas para las visitas y la migración ordenada y segura, pues los cubanos están obligados a viajar a terceros países para todos sus trámites, lo cual incrementa los costos sin certeza de una aprobación.
La inclusión de Cuba en la lista de Estados que supuestamente patrocinan el terrorismo fue una de las últimas medidas y, quizá, de las más simbólicas, porque la actual administración, a pesar de las promesas de retornar al camino anterior a junio de 2017, no la ha eliminado, como ninguna de las otras disposiciones de Trump. Por el contrario, Biden mantuvo a la isla entre las naciones que presuntamente no cooperan con los esfuerzos de Washington en esa área, y mientras ‘revisa’ la política hacia su vecino, que dice no es una prioridad, solicita millones de dólares para programas de subversión.
Como escribió en Twitter la subdirectora para Estados Unidos en la cancillería cubana, Johana Tablada, la política de ese país hacia la nación caribeña ‘no tiene nada que ver con las aspiraciones de la mayoría de los cubanos y norteamericanos’.
‘Responde por entero a la polarización política irracional de Estados Unidos y a presiones de intereses electorales en Florida que lucran con la política contra Cuba’, afirmó.
Actualmente, cuando el noticiero estelar de la televisión cubana recuerda los pasos de Jill Biden sobre los adoquines de esta ciudad, persiste la duda de, si en la intimidad, ella cuenta a su esposo las historias de sus días en el Caribe.
Más curiosidad genera aún si ello, junto a los reclamos de activistas, organizaciones y países para el cese de las presiones unilaterales sobre Cuba, puede apoyar la reapertura al camino del deshielo.
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