Hasta ahora atribuíamos la disminución a los cambios en el uso de la tierra, por ejemplo al aumento de los grandes monocultivos como el maíz y la colza, o al incremento de las temperaturas y la sequía, explicó el científico Jörg Müller.
Sin embargo, estas conclusiones parecen tener puntos débiles, afirmó el profesor y ecólogo animal del Biocentro de la Universidad Julius-Maximilians de Würzburg, en el estado alemán de Baviera.
Como nunca antes, esta vez representamos suficientemente bien la diversidad de especies de insectos, mientras evaluamos periodos largos y amplias zonas, agregó el coautor del análisis para la prestigiosa publicación británica.
Curiosamente, en un paisaje centroeuropeo demostramos que la temperatura del lugar y la anual solo tienen efectos positivos sobre la biomasa y la diversidad de las poblaciones de insectos, apuntó.
La forma de uso de la tierra y el impacto de la luz de las ciudades, en cambio, tienen efectos diferentes sobre la biomasa y la diversidad, advirtió Müller.
Las nuevas conclusiones, aseveró, recomiendan crear más espacios verdes en los entornos urbanos para aumentar la energía de los insectos.
Los planes agroambientales existentes deberían ampliarse para mejorar la biodiversidad y entre las acciones cabría la promoción de los hábitats forestales, concluyó.
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