‘La gran mayoría de la población ocupada no contaba con seguros de desempleo ni con otras maneras de compensar ingresos, en especial quienes estaban en la informalidad’, reveló el estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Una lección aprendida de esta pandemia es que la falta de protección social nos hace más vulnerables, precisa el texto.
El documento reflejó que antes del inicio de la pandemia solo el 56 por ciento de los habitantes de la región estaban cubiertos por algún tipo de asistencia social y los programas contributivos, que dependen de las cotizaciones de los trabajadores y empleadores, únicamente incluían al 46 por ciento de los ocupados.
Asimismo, plantea la necesidad de avanzar hacia sistemas integrales de protección que tengan como base un piso de bienestar social con garantías para el acceso universal a la salud y la seguridad económica a lo largo del ciclo vital.
La protección social es fundamental para la inclusión y cohesión social, la reducción de la pobreza y las desigualdades sociales, a la vez que facilita la transformación productiva y la mejora de la productividad, afirmó el director regional de la OIT Vinicius Pinheiro.
Igualmente, indica el estudio que las estrategias más comunes para la protección de empleos e ingresos fueron la entrega de alimentos y la atención nutricional junto a políticas orientadas a la salud.
No obstante, el gasto enfocado a mitigar la crisis de la Covid-19 permitió contrarrestar el incremento aún mayor de la pobreza y pobreza extrema, por el hecho de que los países que destinaron más recursos pudieron frenar mejor el incremento de ese flagelo, según el informe.
En el actual contexto de recuperación de una crisis sin precedentes, Pinheiro destacó que es fundamental adaptar y ampliar la protección social, sobre todo las prestaciones, por ser la primera línea de defensa para quienes pierden sus ingresos, y a la vez constituyen un importante motor para estimular la actividad económica.
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