Una investigación de científicos de Estados Unidos y publicada en la revista Frontiers in Ecology and Evolution analizó las causas que produjeron ese cambio y descubrieron semejanzas con las hormigas, porque estas últimas pueden ayudar a comprender otros factores que influyeron en las variaciones del órgano.
A su juicio, incluso durante los últimos 100 mil años el tamaño del cerebro se ha mantenido estable en el Homo Sapiens, hasta que un punto de cambio rápido y dramático disminuyó sus dimensiones. El ritmo del descenso ha sido cincuenta veces mayor que el seguido por los aumentos previos en el volumen cerebral.
Consideraron que ese órgano en los homínidos experimentaron cambios hace 2,1 y 1,5 millones de años, incrementando su tamaño a la par de las innovaciones tecnológicas evidentes en el registro arqueológico, continuó la nota.
Asimismo, desestimaron hipótesis como un subproducto de la reducción del tamaño del cuerpo o un cambio en la dieta al adoptar la agricultura, entre otras opciones.
Relacionaron esa variación del cerebro humano con la posibilidad de compartir el conocimiento y las ventajas de la toma de decisiones a nivel de grupo, gracias a la irrupción de los sistemas sociales de cognición distribuida y especializada y el almacenar e intercambiar información.
‘En una sociedad del conocimiento, el valor no está solamente en el cerebro de cada individuo: una red invisible teje una especie de ‘cerebro social’ construido a partir del aporte de cada integrante y su interconexión con el resto’, enfatizó la publicación.
Al utilizar a las hormigas como modelo, más allá de las notables diferencias anatómicas o evolutivas, estas son capaces de organizarse en sociedades con una estricta división y especialización del trabajo, al igual que sucede en nuestras propias sociedades.
Concluyeron los científicos que solamente los humanos y los insectos sociales pueden construir y administrar sociedades a gran escala y, de esta manera, podemos aprender mucho de ellos para comprender nuestros propios cambios.
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