La investigación realizada en la Universidad de Harvard, Estados Unidos, indagó sobre la intensidad y magnitud de esas intensas lluvias periódicas que interrumpían épocas de calor extremo, en las cuales las precipitaciones prácticamente no existían en los momentos iniciales de nuestro planeta, según la revista Nature.
Los científicos Jacob Seeley y Robin Wordsworth, autores del estudio, aumentaron la temperatura de la superficie del mar hasta llegar a alrededor de 54 grados Celsius, en el marco del modelo creado, para simular las condiciones reales existentes en la Tierra primitiva.
Incrementaron el dióxido de carbono (CO2) presente en la atmósfera, en una magnitud aproximada de 64 veces la cantidad actual y, al mismo tiempo, aumentaron el brillo del Sol en alrededor de un 10 por ciento, continuó el artículo.
Al recrear las condiciones que caracterizaron a la Tierra en el pasado, fue posible experimentar las características de los ciclos intermitentes de sequedad y diluvios. A esas temperaturas, la atmósfera registra extraños fenómenos, por lo menos de acuerdo a nuestra visión actual.
El aire cerca de la superficie se calienta en extremo, debido a la absorción de la luz solar por el vapor de agua atmosférico, lo que genera una “capa” o barrera que evita la formación de nubes de lluvia, conclusión que explicaría los ciclos de intensa sequedad. La evaporación contenida se atasca en la atmósfera cercana a la superficie.
De acuerdo a los investigadores, estos ciclos de diluvios constituyen un estado atmosférico nuevo, los cuales se repetirá en el futuro a medida que el Sol continúe brillando.
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