Vencieron en pleno siglo XX a la potencia imperial a sólo 90 millas de sus costas y comenzaron una revolución verdadera al derrocar al dictador Fulgencio Batista, impuesto, armado, asesorado y mantenido por Estados Unidos.
Nos enamoramos a partir de aquel momento único, cuando los dueños del poder económico y político huían atropelladamente hacia Miami -refugio de los dictadores de toda la región- con el ejército y la policía rendidos ante aquel otro ejército rebelde que sustituyó el poder de fuego con la imaginación y el amor que inspiraba su causa.
Esta fue y es la continuidad histórica del proceso independentista y anticolonial marcado por el Manifiesto de Montecristi de José Martí y Máximo Gómez el 25 de marzo de 1895, que reapareció en forma brillante en La Historia me Absolverá, el texto con que el líder revolucionario Fidel Castro Ruz se defendió como abogado ante los verdugos de su país y anunció que se estaba ante un verdadero camino de liberación definitivo.
Las generaciones de entonces nos enamoramos de ese proceso de lucha inspiradora para los pueblos sometidos al colonialismo y sus consecuencias.
Luego continuamos enamorándonos de los pasos gigantes dados tras el triunfo revolucionario, la audacia al servicio de la liberación y la justicia, el sueño eterno hecho realidad allí, en una pequeña isla del Caribe.
Derrotaron a la potencia imperial del mundo que para dominar a nuestros pueblos impuso el terrorismo, el cual está en su esencia y que todos hemos sufrido en la región, donde seguimos acunando a nuestros muertos.
También a los millones de hermanos que sucumbieron por la violencia impuesta por el opresor y por la miseria y el hambre ante el saqueo despiadado de nuestras riquezas.
BAJO EL ATAQUE DESPIADADO DEL PODER IMPERIAL
Cuba construyó una independencia real bajo el ataque constante y despiadado del poder imperial a partir de los primeros días de la revolución triunfante, rodeada de dictaduras brutales en Centromérica y el Caribe.
El triunfo de los revolucionarios se produjo después de la segunda guerra mundial y la creación en 1947 de la Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), ya con atributos ilegales.
Una de sus primeras actuaciones fue el asesinato del líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán en 1948, al que seguían multitudes, y continuaron con el sostenimiento de todas las dictaduras de la región.
Crearon la Organización de Estados Americanos (OEA) en Bogotá, como un verdadero “ministerio de colonias” en medio del estallido del pueblo colombiano en abril de 1948, víctima de la violencia desde esos días, que comenzó un camino devastador para nuestra región y que perdura hasta hoy.
Esto llevó a la infiltración y el desvío del proyecto liberador del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Bolivia en 1952 y la invasión a Guatemala promovida por el imperio contra el gobierno popular del coronel Jacobo Árbenz Guzmán en 1954.
En los años 50 el embajador itinerante de Estados Unidos, Spruille Braden, fue la figura clave de lo actuado por Washington en Bolivia en el 52, en Guatemala en el 54 y en Argentina contra el gobierno popular del general Juan Domingo Perón, derrocado en un segundo mandato por un golpe militar en 1955.
Para ello conformaron la llamada Unidad Democrática e instalaron la “Revolución Libertadora”, una dictadura a la que el pueblo llamó la “fusiladora”, sucedida por una serie de nuevos regímenes dictatoriales.
Todo esto no atemorizó a los combatientes de la Sierra Maestra en Cuba, cuya épica de rebelión tuvo maravillosos, mágicos, duros y dolorosos momentos en su desarrollo.
Pero nunca dejó atrás la decisión de mantener su sueño de justicia, de soberanía, de dignidad y demostrar, sin soberbia, la posibilidad de liberación definitiva, al resistir hora por hora, día por día.
EJEMPLO DE DIGNIDAD
La Revolución cubana lleva más de 60 años resistiendo, el mayor ejemplo de la dignidad de un pueblo y una dirigencia que hasta hoy enfrenta el sitio de guerra más largo de la historia de la humanidad, como es el bloqueo.
Una resistencia que asombra al mundo y que logró la primera gran victoria en 1961: derrotar un intento de invasión militar de Estados Unidos y sus mercenarios en Playa Girón, dos años después del triunfo revolucionario. Otra heroica epopeya.
Ese imperio terrorista desde siempre protagonizó guerras, instaló dictaduras una tras otra, invasiones, ocupaciones y genocidios a lo largo de los últimos dos siglos.
Cuba sigue en pie, y habiendo sido totalmente aislada es hoy una potencia en salud, educación, formación académica, irradiación cultural y justicia revolucionaria.
Resiste al genocidio con solidaridad, sin abandonar sus principios, cuando se le intenta imponer la rendición incondicional por hambre al aplicársele todas las formas del terrorismo.
Me pregunto, ¿cómo no enamorar a generaciones enteras, especialmente en nuestros países, víctimas del terror y el saqueo al condenar a nuestros pueblos a la subordinación mediante gobiernos que nos entregan atados de pies y manos?
Hemos resistido, han resistido nuestras comunidades de pueblos originarios durante cinco siglos, víctimas de un verdadero holocausto, que nadie menciona como tal, y de los más de 200 años de supuesta independencia, que aún no hemos logrado en nuestra región.
En el Caribe, Cuba paga cada día el costo de su independencia, pone a nuestro alcance conocimientos e investigaciones científicas, envía maestros y médicos que también son parte de la intensidad y profundidad revolucionaria de la solidaridad.
Hoy más que nunca, en el oscuro páramo y en el caos del odio irracional que se siembra, con el retorno criminal de las guerras coloniales, de la destrucción y la muerte, cuando la cara feroz del imperio se muestra sin máscaras en su inevitable decadencia.
Nuestra Cuba brilla en un mundo despiadado y nos sopla la fuerza de la dignidad como el aire, el oxígeno que necesitamos para vivir y una inclaudicable moral revolucionara.
Cómo no enamorarnos de esa fuente de amor, de la mano tendida eternamente, de esa isla donde surgió la figura universal más importante de nuestra historia, Fidel Castro, y sus compañeros de lucha como Ernesto Che Guevara, cuyo rostro recorre los caminos del mundo en manos de millones de jóvenes, y una dirigencia que continúa firme junto a un pueblo sobre el cual se aplica un bloqueo, que es un crimen de lesa humanidad.
He estado en momentos muy difíciles en Cuba y me he rendido ante el amor con que el pueblo nos recibe siempre y nos comparte su mesa humilde y su dignidad pero especialmente su imaginación creadora para subsistir a semejante azote imperial, sin rendirse.
Ante la pregunta de por qué amamos a Cuba surgen palabras sencillas, las únicas que pueden dar transparencia al lenguaje de la comunicación con nuestros pueblos, los cuales en los lugares más ocultos de nuestros territorios resisten invisibilizados, descalzos, desamparados, también sin rendirse, y mantienen su dignidad y culturas ancestrales.
En Cuba siempre encontramos la respuesta solidaria, la mano que mitiga dolores y tempestades, la sonrisa abierta, la alegría y la paz que se hace vida y no slogan vacío. Por eso y muchísimo más amamos a Cuba.
arb/sc
(*) Prestigiosa escritora, periodista y analista internacional argentina. Premio Latinoamericano de Periodismo ‘José Martí’ (1986).
