Así es llamado un sugestivo lugar ubicado en las alturas del estadio Quisqueya, el cual permite a los profesionales de la prensa seguir las acciones del torneo.
Pero más que todo, desde el Palco de la Prensa es posible, además de disfrutar del espectáculo, dar seguimiento a cada acción juego tras juego, dada la excelente organización y condiciones creadas.
Como expresó un colega a Prensa Latina, el Palco y la organización de la prensa fue el primer jonrón del torneo, y es algo refrendado por la inmensa mayoría.
Por supuesto, nada está exento de mejoras, pero sin dudas ante las tensiones y complicaciones que trae aparejada la cobertura de una Serie del Caribe, máxime en esta ciudad donde el solo hecho de llegar y salir del estadio es una gran odisea, subir al cielo es un bálsamo.
Desde el espacioso lugar uno tiene a sus pies el legendario Coloso de la Fé, un estadio o play como le dicen los de la mitad de la isla, construido en 1955 con capacidad para 14 mil 469 personas, aunque para el evento producto a las limitaciones sanitarias, solo ha podido ocuparse en un 75 por ciento.
Estadio que en esta ocasión cuenta con nuevas torres de iluminación con bombillos led, algo que le da un agregado importante al espectáculo dadas las bondades de este sistema y sobre todo porque mejora ostensiblemente el alumbrado. También desde el Séptimo Cielo puede apreciarse lo más importante del evento, el desempeño de los seis equipos participantes y la presencia de un entusiasta público el cual, encabezado por los de casa y seguido por los venezolanos, dan muestras de fidelidad a sus selecciones, y con diversas iniciativas hacen del juego una locura asequible.
En cuanto a los conjuntos que están en esta capital, todos han dado muestras de haberse preparado conscientemente para el evento, pero lo más destacable, vinieron con deseos de ganar.
De este comentario no excluimos a los sotaneros Puerto Rico y Panamá, porque estas dos selecciones ante cada derrota mostraron rostros tristes y la vergüenza a flor de piel por no haber hecho las cosas bien y ser víctimas de las veleidades del deporte.
Siguiendo el reporte de lo visto desde las alturas, mención para quienes lo han dado todo en el terreno por sus países sin importar su rango, son los casos de los Grandes Ligas Robinson Canó y Pablo Sandoval, ellos madero en mano reafirmaron su calidad sin importar los años.
Canó y Sandoval son bujías inspiradoras de sus equipos en todos los sentidos, lo hicieron dando los batazos a la hora buena y también en el terreno hasta el último out.
Así las cosas, y cuando estamos a horas del cierre de un exitoso torneo donde al margen de quien resulte campeón puede decirse que ganó el deporte, un aparte para el equipo de Colombia.
Los cafeteros de forma sorpresiva e inesperada irrumpieron sin pedir permiso en la gran final, olvidando el abolengo de otros quienes si llegaron con la etiqueta de favoritos.
Loas -resulte campeón o no-, a los Gigantes del Cibao, novena que ha demostrado calidad, teamwork y muchos deseos de triunfar.
Y algo digno de mención, los aficionados dominicanos apoyaron a los del Cibao sin ser un equipo de la capital, algo que preocupaba a unos cuantos, pero se vistieron de país y eso fue lo más importante.
No es posible terminar sin recordar a la gran ausente, la selección de Cuba —dueña de ocho coronas, siete de ellas en las primeras 12 ediciones, de 1949 a 1960—, marginada del evento por presiones de Estados Unidos, pero más temprano que tarde volverá a su lugar .
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