En los últimos tiempos las relaciones bilaterales entraron en un camino angosto, tanto por las declaraciones oficiales malienses como por la decisión de París de imponer sanciones contra varios integrantes de la gobernante junta militar, elementos más visibles del dilema que con otros menos sobresalientes manchan el espejo.
El discurso entre las dos partes se endureció tras las protestas populares convocadas por el Colectivo para la Refundación de Mali y que se interpretó como un respaldo popular al Gobierno, hoy criticado por sus similares francófonos en el seno de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao).
Aunque el debate se centra en los dos protagonistas principales, tiene un alcance que atañe a más actores internacionales, cuya opinión o actitud poseen suficiente peso como para definir políticas hemisféricas y/o globales, por ejemplo los integrantes de la Unión Europea (UE).
La UE sancionó a cinco miembros del Gobierno maliense por «acciones que obstruyen y socavan la culminación exitosa de la transición política» entre ellos está el primer ministro Choguel Maïga y cuatro figuras cercanas al presidente Assimi Goita, ninguno de los cuales podrá entrar en la Unión y se les congelaron sus activos en Europa.
Como indica la más elemental lógica, la UE podría cerrar filas detrás de Francia en el disenso, y al menos Alemania y España dieron indirectamente muestras de esa posibilidad, y en el caso germano la comisaria del Parlamento para las Fuerzas Armadas, Eva Hoegl, demandó que se evalúe el posible fin de su contingente militar en Mali.
Alemania cuenta en la Misión de la ONU en Mali (Minusma) con mil 100 efectivos, la mayor parte desplegados en la norteña región de Gao, y 450 que participan en la Misión de Adiestramiento de la Unión Europea en Mali (EUTM), aprobada en 2013 a petición del Bamako.
En el país africano actúan otras tres misiones, dos de estas occidentales, la Operación Barkhane (francoafricana) y la Misión Takuba, integrada por efectivos de países europeos; así como la Fuerza Conjunta del Grupo G-5 Sahel, formada por militares de Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger.
España –el mayor integrante de la EUTM-Mali con 500 hombres- plantea que es partidaria de un análisis «sereno y objetivo» sobre esa formación y su futuro, en medio del debate acerca de la presencia de tropas extranjeras y la expulsión del embajador francés, lo cual aplaudieron los manifestantes en Bamako.
Aquella demostración callejera demandó también el retiro de los soldados galos del país, lo que se unió a los pronunciamientos del primer ministro Maïga, quien acusó a Francia y a la Fuerza Takuba de querer dividir al país cuando desde hace semanas persisten tensiones entre los dos estados.
En declaraciones radiales el jefe del gabinete explicó la reticencia de su país respecto a la Fuerza Takuba, tropas especiales antiinsurgentes desplegadas en la región africana del Sahel, y a la par calificó de ilegítimas e ilegales las sanciones adoptadas contra Mali por la Cedeao, todo en un mismo cuadro.
Las decisiones de la Comunidad Económica y la Unión Europea parten de criterios afines respecto a la situación maliense actual –bajo la autoridad militar, aunque puede resultar frágil ante la ofensiva de los grupos armados radicales- y la propagación de la violencia terrorista saheliana, que puede cruzar el mar Mediterráneo.
Visto así queda al margen un factor importante y son los intereses galos en la antigua África Occidental Francesa en los que todo se conjuga, por ejemplo el uranio de Níger, vecino de Mali, que explota la compañía Areva y nutre cerca del 80 por ciento del consumo energético, mayormente electronuclear, del estado europeo.
Los territorios maliense y nigerino comparten un largo espacio fronterizo, más de 800 kilómetros, un linde poroso.
Asimismo, existe desde el punto de vista europeo una interpretación condicionada por esos factores acerca del concepto de proteger y la responsabilidad histórica sobre ese asunto, pero que la parte africana no le concede el mismo significado, sino que hace una lectura más simple, muy cercana a la remembranza colonial.
Son los resultados de una relación compleja a lo largo de muchas décadas, la cual además de reproducir disgustos y malas caras en el ambiente diplomático, ahora hace pensar que todo no marcha sobre ruedas y tal vez en nombre de la seguridad será necesario revaluar algunos aspectos ante tal desavenencia y sus inconvenientes.
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