Tras superarse el 84 por ciento de la construcción civil, la víspera el primer ministro Abiy Ahmed presionó varios botones en un panel electrónico y comenzó el funcionamiento de una de las 13 turbinas de la GERD (siglas en inglés).
Dos tercios de los ciudadanos no tienen acceso a electricidad en Etiopía, cuya población oscila entre 109 millones o más de 118 millones de habitantes, según qué fuente se consulta, y el Gobierno quiere cambiar pronto esa estadística, según Ahmed.
Una vez finalizada, además de beneficiar a países vecinos, la presa posibilitará la exportación de energía a Europa para contribuir a reducir las emisiones de gases, reveló durante la ceremonia de inicio de la generación.
Resultará, a la sazón, “oxígeno” para un Estado exhausto debido a la crisis económica integral causada por el impacto global de la Covid-19 y, encima, golpeado por la guerra iniciada en noviembre de 2020, todavía en curso, entre las autoridades federales y el Frente de Liberación Popular de Tigray.
Sin embargo, la alegría por la buena nueva apreciable en las calles e irradiada en las plataformas sociales, contrasta con las reacciones de Egipto y Sudán, que condenaron el estreno del generador sin un acuerdo trilateral y lo consideraron una violación del compromiso firmado en 2015.
Varios detalles causan disenso entre los tres respecto a la GERD, uno de ellos el llenado del embalse, pues Egipto solicita que dure de 10 a 21 años, posición que comparte Sudán, y Etiopía contempla hacerlo en siete.
Jartum y El Cairo exigen también firmar un acuerdo legalmente vinculante sobre cómo funcionará en ciclos de sequía y cómo se resolverán las disputas, antes de llenarla, a la cual Addis Abeba se opone de manera categórica.
Dependiente del Nilo para sus operaciones de riego y abasto de agua potable, Egipto lo considera una amenaza para su supervivencia, y Sudán, aunque reconoce que reducirá las inundaciones y abaratará la electricidad, tiene temores similares.
Etiopía, en tanto, defiende que aprovecha un recurso natural propio para sacar de la pobreza a millones de ciudadanos y promover el crecimiento en el denominado Cuerno Africano.
Desde abril de 2021, las negociaciones están estancadas pese a gestiones antes y después de esa fecha de Estados Unidos, el Banco Mundial y la Unión Africana, o movimientos de organizaciones como la Liga Árabe.
Y aunque ahora las retóricas egipcia y sudanesa no son agresivas como en 2021, antes del segundo llenado del embalse, la extensión del diferendo es otra amenaza para la estabilidad en la ya convulsa región oriental de África.
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