Luego de nueve días de informaciones verídicas y muchas falsas sobre la marcha de las hostilidades, lo cierto es que los bombardeos, disparos, así como las destrucciones de infraestructuras militares y civiles en Ucrania continúan, acompañadas de cifras inseguras de muertes y heridos.
Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), un millón de personas salieron de Ucrania desde el inicio de la operación rusa hasta el pasado jueves, lo que equivale a más del dos por ciento de la población del país de poco más de 44 millones de habitantes.
Transcurrieron dos rondas de conversaciones sobre las que representantes de Moscú y Kiev coincidieron en que son difíciles, pero existen puntos en los que se puede avanzar.
Ejemplos fueron la implementación hoy de los dos primeros corredores humanitarios en las ciudades ucranianas de Mariúpol, desde donde se calculaba mover a más de 200 mil civiles, y Volnovaja, con más de 15 mil evacuados en lista, con la posibilidad de establecer un cese el fuego temporal durante el traslado.
Moscú y Kiev coincidieron también en la posibilidad de aprovechar esa vía para facilitar la entrega de medicamentos y alimentos a los lugares donde se registran los más fuertes combates.
La tercera ronda de conversaciones entre Rusia y Ucrania puede tener lugar este sábado o mañana domingo, anunció la víspera el asesor del jefe de la oficina del presidente de Ucrania, Mijaíl Podoliak, al frente de la delegación de Kiev en las pláticas.
Entretanto, Rusia enfrenta el impacto del mayor cúmulo de restricciones extranjeras sufridas por el país que, sin duda, ya impactan en su economía, pese a que el Kremlin declaró que las posibles consecuencias de la operación militar fueron previstas.
El presidente ruso, Vladimir Putin, firmó un decreto el pasado 28 de febrero para implementar medidas económicas especiales debido a las sanciones, entre las que se prohíbe a nacionales y empresas del país transferir divisas a cuentas en el extranjero.
Y no es para menos. Después del anuncio de la operación militar en Ucrania el pasado 24 de febrero, Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Japón y los países de la Unión Europea apuntaron contra sectores claves del comercio, las finanzas, la energía, las exportaciones y la aviación de Rusia.
Entre otras, las medidas unilaterales implicaron la desconexión de algunos bancos rusos del sistema de pago internacional Swift, el cierre del espacio aéreo europeo y de otros países para sus aerolíneas y la paralización de las reservas internacionales del Banco Central de Rusia.
En Moscú, los rusos miran cómo aumenta el precio del dólar y el euro en las casas de cambio y con ellos los precios de algunos productos, sobre todo los importados, a la vez que escuchan y leen preocupados los anuncios desde el exterior sobre el cierre de tradicionales marcas internacionales de electrónica, ropa, muebles o servicios
En su discurso para informar sobre el inicio de la operación, el presidente ruso afirmó que el objetivo es proteger a la población de Donbass de los abusos y el genocidio por parte de Kiev durante los últimos ocho años y “desmilitarizar” Ucrania.
Sin embargo, en conversación telefónica con el presidente francés, Emmanuel Macron, el 28 de febrero, el mandatario ruso formuló otras dos condiciones: el reconocimiento de la pertenencia rusa de Crimea y las garantías de neutralidad del Estado ucraniano.
Putin aseguró que Rusia no planea ocupar territorios ucranianos a la vez que reiteró que Moscú no puede permitir que Kiev adquiera armas nucleares y se siga militarizando, lo que constituye un peligro para la seguridad del país. Subrayó que la continua expansión de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) resulta inaceptable para Rusia.
Con tales premisas de por medio, resulta evidente que queda mucho por negociar y habrá que ver hasta dónde estarán de acuerdo en ceder las partes. Para algunos analistas políticos y militares, la respuesta la dirá el final del camino de la operación militar rusa.
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