Se trató de una injusta acción que provocó heridas a un alto número de personas, incluidas algunas de las propias encapuchadas, destrozos y otros desmanes, para deslucir una manifestación en Ciudad de México de más de 55 mil mujeres, y otras decenas de miles en ciudades del interior. Si hay un país donde la lucha contra el feminicidio, la violencia de género, la discriminación económica, política y social, la desigualdad en todo sentido, y las violaciones de los derechos más elementales, es más que justificada, ese es México, cuya saña contra ellas rebasa los límites de un machismo ancestral y se convierte casi en una concepción de vida.
Las mujeres mexicanas protagonizan una incansable batalla contra esos males en todos los niveles, desde el hogar y el trabajo hasta la academia y el parlamento, y si las leyes las favorecen cada vez más, se debe a esa lucha que no cesa y que, lamentablemente, ha cobrado miles de muertes violentas, principalmente feminicidios.
Para este 8 de marzo las organizaciones sociales de mujeres, que suman muchas en todo el país, prepararon una fiesta de alegría y colorido para exponer sus demandas y objetivos, aunque fueron advertidas por el propio presidente Andrés Manuel López Obrador y la jefa de gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, que grupos de violentas se preparaban para entorpecer la marcha.
En operaciones previas, las autoridades de seguridad lograron incautar desde cócteles molotov hasta sopletes, y protegieron con altas vallas de metal o madera edificios públicos, monumentos, y retiraron cristalerías, y otro tanto hizo el sector privado.
Pero las encapuchadas lograron infiltrarse con sus “armas”, vandalizar todo a su paso y agredir a las policías.
A pesar de la fuerte violencia frenada en gran parte por unas tres mil mujeres uniformadas desplegadas por las calles del recorrido, no lograron el objetivo de convertir la marcha en una expresión política en lugar de una manifestación de justas demandas contra las violencias de que son objeto.
Se trató de una muy injusta acción de esos grupos que, según autoridades del país, son pagados por enemigos del cambio para que actúen como fuerzas mercenarias y provocadoras con el propósito de forzar una represión oficial que dañe la imagen del gobierno.
No lograron el propósito y, por el contrario, ocurrió en este Día Internacional de la Mujer un hecho hermoso cuando policías destacadas para cuidar el orden, se unían a sus compañeras civiles y marchaban tramos junto a ellas para proclamar que, con uniforme o sin él, también batallan en favor de sus ideales.
En realidad, este 8 de marzo fue una nueva victoria de las mujeres mexicanas a quienes los grupos violentos no pudieron doblegar.
Si hubo deslucimiento por la fuerza bruta mercenaria empleada, este fue superado por la voluntad de decenas de miles pacifistas que se mantuvieron firmes sin dejarse provocar y que incluso obsequiaron con flores a sus compatriotas uniformadas que también defienden sus derechos al igual que ellas.
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