Esa es la primera idea que sugiere la captura en Chad de Maxime Jeoffroy Eli Mokom Gawaka, alias Míster Mokom, un jefe de la milicia antiBalaka (antiMachete), acusado de cometer crímenes de guerra y de lesa humanidad en Bangui, la capital de República Centroafricana, y otras regiones del país en 2013 y 2014.
La detención del cabecilla paramilitar y el anunciado envío a la Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya, Países Bajos, coincide con la celebración de un foro nacional para conseguir la paz en la RCA con la participación de la oposición política y representantes de la sociedad civil.
Según la CPI, el detenido coordinaba nacionalmente las operaciones de su facción, cuyo origen en principio fue de autodefensa de la población cristiana frente a las operaciones de los destacamentos de Seleka (Alianza), de confesión islámica, pero posteriormente se transformó en arma para atacar a los musulmanes.
Ahora la mayor atención está en Bangui, donde sesiona el Diálogo Republicano, que se espera ayude a recobrar en lo posible las oportunidades antes obviadas de comprenderse y acercarse para alcanzar la distensión y con ella la estabilidad.
Junto con aspectos importantes como el retorno de desplazados y refugiados, deberá incluirse en el encuentro cómo hacer justicia con actos que satisfagan a las víctimas de la violencia, causante del destrozo de familias y la frustración psicológica de una generación ahora huérfana de perspectiva.
En la historia reciente de la RCA hay un fragmento de 20 años de conflictos y conspiraciones que causaron derrocamientos de gobiernos, guerras internas y asolaron al país, uno de los más pobres del mundo, pero rico en diamantes y con una agricultura mayormente orientada al consumo interno.
François Bozizé depuso en 2002 con un golpe de Estado al presidente Ange Félix Patassé, y poco después se instaló en el poder de donde le expulsó en 2013 una coalición guerrillera –Seleka-, partidaria de Michel Djotodia, quien asumió durante un año la jefatura del país aunque sin tener el control total de este.
Fue en esa época que se formaron las milicias antiBalaka, las cuales a la larga la emprendieron contra ciudadanos de confesión islámica, entre ellos niños y mujeres, actuación que disparó las tensiones nuevamente, luego de concluir la segunda guerra civil en la RCA.
A la salida de Djotodia de la jefatura del Estado en un ámbito tenso en 2014, le sucedió un período de transición política, presidido por Catherine Samba-Panza, quien gobernó hasta las elecciones de 2015-2016, ganadas por Faustin-Archange Touadéra, quien repitió su victoria en las presidenciales de 2020.
Chad, el norteño vecino de República Centroafricana gobernado por Mahatma Idriss Deby, respaldó al país en varias ocasiones en el pasado: en 2010 sus tropas evitaron que rebeldes tomaran ciudades importantes, incluso Bangui, una plaza disputada también en 2021 por la Coalición de Patriotas para el Cambio (CPC).
Seleka y antiBalaka protagonizaron un largo lapso de terror que atormentó al país con la muerte de centenares de sus ciudadanos, el desplazamiento de miles y una alarmante cifra de refugiados en los Estados del entorno, ascendente hoy a 741 mil, principalmente en la República Democrática del Congo.
Conforme con el más reciente reporte de la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU (Ocha), la cifra de desplazados internos en República Centroafricana sobrepasa los 670 mil, para quienes la ayuda humanitaria resulta escasa y más teniendo en cuenta que es un Estado muy dependiente de las donaciones procedentes de Occidente.
Tal supeditación es resultado de la historia de violencia que debilitó al Estado, frágil de por sí por causa del colonialismo y el neocolonialismo, ambos implacables con República Centroafricana, cuya mayor importancia estratégica radica en su posición geográfica y tener fronteras con seis países.
Esa ubicación permite comprender por qué lograr la total reconciliación nacional incide en la seguridad de sus vecinos, entre otros aspectos, para impedir que desde la RCA se realicen incursiones a otros Estados o que sea utilizada como pivote para exportar la subversión, solo por citar dos beneficios.
El llamado Diálogo Republicano para la Reconciliación fue prometido en 2020 por el presidente Faustin-Archange Touadéra, cuando su reelección y ahora sus rivales políticos demandaron realizarlo, aunque los críticos refieren que la agenda es vaga y creen que el evento no está completo sin la presencia insurgente.
Para dailymail.es, “la celebración de las conversaciones cumple con el compromiso de responder a las presiones de una comunidad internacional que ha puesto a la República Centroafricana, una de las naciones más pobres del mundo, en una situación de goteo”.
Hasta el domingo 27 de marzo, la Asamblea Nacional de la RCA acoge el Diálogo Republicano, cuyo propósito será restablecer la paz y la seguridad, meta que para lograrla seguro incluirá acciones concretas para estrechar manos, mientras que el odio consume a Míster Mokom y a los exSelekas en la prisión de La Haya.
No obstante, las principales fuerzas opositoras se desmarcaron de ese diálogo al asegurar que no se garantizó su neutralidad ni incluyeron algunos de los temas que exigieron.
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