Ubicada en el entorno del céntrico Parque la Libertad, con predominio constructivo del estilo ecléctico, fue inaugurada el 1 de enero de 1882 como botica, función que realizó hasta el 16 de enero de 1964, y reabrió cuatro meses después como el primer museo farmacéutico de Latinoamérica.
Marcia Brito, directora hace 40 años de esta sala, bióloga y especialista en botánica, explicó a Prensa Latina que su profesión se articula mucho al trabajo de la botica, “porque desde siglos atrás los farmaceúticos y médicos tenían una formación donde la botánica era muy fuerte, y las formulaciones se preparaban a partir del uso activo de las plantas”.
Este es un sitio que te atrapa, “cuando descubres e identificas lo auténtico de las colecciones, su importancia después de 140 años, y que la familia fundadora haya preservado este patrimonio de valor para los estudios actuales y futuro de las ciencias médicas farmacéuticas cubana”.
Entre los tesoros que atesora el Museo están sus variadas y exclusivas colecciones, cientos de piezas, casi un millón de etiquetas e igual cantidad de fórmulas asentadas en los libros de recetas, y un enorme depósito de libros, como fundamento del desarrollo de esta especialidad y de temas como medicina, farmacia, y farmacia operatoria.
Cuenta con el mobiliario original ya que el inmueble es de gran valía al mantener, cerca de siglo y medio después, más de un 98 por ciento de autenticidad en pisos, muros, techos y vigas.
“Somos la única institución del Consejo Nacional Patrimonial de contar con los Premios Nacionales de Restauración 2008 y en el 2020 el de Conservación por el estado y rigor con que se hicieron las intervenciones y que continúan”, significó Brito.
«Trabajamos para conquistar un tercer instante de esplendor y es cuando logremos que sea declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, un verdadero orgullo para la Atenas de Cuba (como se nombra a Matanzas) y la cultura nacional», añadió.
Brito destacó que están presentes las tres escuelas de farmacias de importancia mundial: la francesa, estadounidense y la española, representadas por los doctores Ernesto Triolet (francés) y Juan Fermín Figueroa, y la doctora María Triollet Figueroa, hija de Juan Fermín y esposa de Ernesto.
Tuvo palabras de elogio para los fundadores de la Botica francesa: “Estarían felices, trabajaron para lograr esto, la humanidad le debe hoy esta joya al desprendimiento de la familia Triolet Figueroa”.
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