Se trata de la actuación con más fuerza de grupos armados extremistas que enfrentan al Ejército y son parte de las causas expuestas por los militares para argumentar el golpe de Estado del pasado 24 de enero contra el presidente Roch Marc Chistian Kaboré.
Aún se siente con dolor el asesinato masivo sufrido en Solhan, un caserío asentado donde se halla una mina de oro, escenario en 2021 del peor ataque terrorista ocurrido en el país, según confirmaron las autoridades acerca de la dinámica agresiva persistente hasta hoy.
En aquel entonces –junio de 2021- Heni Nsaibia, analista del Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados, que monitorea los ataques en Burkina Faso, afirmó que lo de la aldea mostró cómo la seguridad en el Sahel no mejoró, pese a la presencia de miles de soldados extranjeros y del entorno inmediato.
Según estadísticas difundidas por el sitio digital Al Jazeera.org sobre las agresiones terroristas en Burkina Faso: “Durante los últimos cinco años, la violencia vinculada a Al Qaeda y el Estado Islámico (ISIS) mató a miles y desplazó a más de 1,4 millones de personas en el otrora pacífico país de África occidental”.
Al margen del golpe de Estado contra Kaboré por supuesta debilidad para enfrentar el terrorismo, continúan las acciones de esos destacamentos de distorsionada confesión islámica, que en sus más recientes ataques causaron la muerte de 24 soldados en la dirección oriental de la nación.
El Ejército precisó que a mediados de este mes se registraron dos hechos sangrientos en la Región Este: un enfrentamiento a 20 kilómetros de Na Tiaboani costó la vida a 13 soldados y dejó nueve heridos, mientras que un ataque en los alrededores de Napadé causó 11 bajas mortales entre los militares.
No obstante, un comunicado castrense subrayó que «tras estos enfrentamientos particularmente intensos, las unidades lograron neutralizar al menos a 36 terroristas a través de (acciones) terrestres y aéreas», un detalle indudable de la disposición de actuar del mando.
Burkina Faso, actualmente liderada por una junta militar comandada por el teniente coronel Paul-Henri Damiba experimenta desde 2015 un aumento de la inseguridad, lo cual incrementó las cifras de desplazados internos y refugiados en países de la región del Sahel, donde se estima que siete mil cruzaron la frontera con Costa de Marfil.
Unido a los ataques de efectivos afines a Al Qaeda y al Estado Islámico, la violencia entre comunidades es otro acelerador del declive de la seguridad nacional y en ese tenso ámbito –en el cual también sobresale el papel de las milicias de autodefensa- el Gobierno incluyó a grupos de voluntarios para luchar contra el terrorismo.
La situación es compleja para las nuevas autoridades que, sin embargo, recibieron con rapidez el respaldo de su vecino Chad, cuyo presidente, Mahatma Idriss Deby, remitió al ministro de Minas y Geología, Boukar Michel, con un mensaje verbal para Damiba y en el cual el mandatario expresó sus condolencias a Burkina Faso.
Asimismo, el enviado especial de Yamena señaló el compromiso de Chad en la lucha contra el terror, lo cual se interpretó como coincidencia de intereses con el país vecino, una solidaridad que podría trascender el mensaje y concretarse con un apoyo efectivo a la defensa.
Existe una sólida imagen de Chad en el Sahel, para cuya región occidental dispuso en su momento desplegar mil 200 soldados en posiciones de la llamada tres fronteras –Mali, Níger y Burkina Faso- donde enfrentarían la amenaza integrista y fortalecerían la presencia militar en la subregión.
Se abre la puerta para que la fraternidad en la africana y semidesértica franja saheliana, ahora con Burkina Faso –patria de hombres íntegros en lengua nacional mossi- para detener la destrucción de ese Estado, que, pese al golpe anticonstitucional trata de evadir una ofensiva fundamentalista perjudicial para toda el área.
Las autoridades de Ouagadougou mantienen en disposición combativa a las fuerzas de seguridad; el Ejército continúa desplegado en las regiones del Norte y Sahel, donde perecieron muchas personas por ataques terroristas y avanzó la intimidación de esos grupos extremistas.
Además de las complejidades en las labores asumidas por la nueva autoridad, junto con la defensa está la construcción de la estructura institucional, prioridad demostrada con la elección de Aboubacar Toguyeni como presidente de la Asamblea Nacional de la transición (Parlamento), de hecho, dos propósitos convergentes.
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