Desde hace mil 500 años, generaciones de nepaleses construyeron esta red de estanques, canales y sistemas de filtración para beneficio de sus habitantes a todas horas. Se consideraba un deber social y religioso el acceso al líquido vital, el cual se ofrecía a los dioses como parte del culto ritual diario.
Rodeado por un borde montañoso densamente arbolado, el valle de Katmandú presenta condiciones geográficas ideales para obtener el flujo natural de agua desde vastas zonas de captación de precipitaciones.
El sistema hiti aprovecha los depósitos acuíferos del subsuelo y canaliza el líquido hasta el conducto final, aprovechando la diferencia de altitud para la depuración con un flujo controlado basado únicamente en la fuerza de gravedad.
“Teniendo en cuenta que el 70 por ciento del terreno de Nepal es montañoso, la geografía de las colinas y los valles es adecuada para una tecnología de abastecimiento de agua que depende solo de la gravedad, sin requerir ninguna forma de energía externa”, asegura el ingeniero civil e investigador Hrishav Raj Joshi.
Uno de los canales más antiguos, el Mani Hiti de Mangal Bazar, edificado en el año 570, sigue funcionando hoy en día con muy poca intervención humana.
Sushil Shrestha, que cuenta con dos décadas de experiencia en la restauración de estas infraestructuras, explica cómo el sistema ha durado tantos siglos con una limpieza mínima y requisitos de mantenimiento periódicos menores.
“Todos los componentes se construyeron con habilidades y materiales disponibles localmente como tierra, madera, ladrillos y piedra. Esto garantizó la autosuficiencia, sostenibilidad y longevidad», expuso.
A ello se suma que los constructores aplicaron una ingeniosa intervención biológica para que los caños funcionaran de forma sostenible. Cuando el desagüe se bloqueaba, se utilizaban ranas vivas y serpientes, cuyos movimientos de contorsión despejaban la obstrucción.
(Tomado de Orbe)