El actual ejecutivo húngaro es objeto de cuestionamientos desde la Unión Europea (UE) relativos a la libertad de expresión y leyes nacionales que, según el bloque integracionista, coartan el accionar de jueces y magistrados en este país.
En febrero pasado el ente integracionista celebró una victoria en Tribunal de Justicia comunitario en torno al otorgamiento de los fondos de recuperación económica, decisión que afectó directamente a la nación que deberá renunciar a esas normativas para recibir tales beneficios.
Por otra parte la Ley de Protección de la Infancia, otra normativa cuestionada por la UE, limita el contenido sobre ideología de género en la educación, según el ente comunitario que abrió un procedimiento de infracción contra Hungría.
Pero ejecutivo de Budapest manifestó que Bruselas “abusó de su poder” y vinculó ese accionar con el referéndum que tendrá lugar hoy aquí.
Aunque los más recientes sondeos de opinión auguran la votación más reñida de la última década, dan a Fidesz una pequeña ventaja en un proceso marcado en gran medida por los indecisos que parecen alejarse de las fuerzas políticas minoritarias.
Esa tendencia podría favorecer la consolidación de un bipartidismo con protagonismo para el Fidesz de Orbán y la plataforma opositora Unidos por Hungría, que aglutina a seis formaciones.
El líder de esa fuerza política, Peter Marki-Zay, dijo una semana atrás que la elección nacional deberá poner fin al “gobierno más corrupto en la historia del país” y “dar inicio a una nueva era de democracia incluyente”.
Algunos analistas consideran que el bloque opositor necesitará derrotar a Fidesz por tres o cuatro puntos a nivel nacional para obtener la mayoría en la Asamblea Nacional (Parlamento unicameral) ente encargado de designar al jefe de gobierno.
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