De acuerdo con lo anunciado por las autoridades locales, un niño de siete años de edad murió al estallar una bomba colocada por las llamadas Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), milicia separatista apoyada por Estados Unidos.
El incidente ocurrió en la localidad de al-Hariri al sur del municipio de Shaddadi en la provincia nororiental siria de Hasakeh.
Asimismo, otro artefacto explotó en el poblado de Um Mayazen en la provincia sureña de Deraa y causó la muerte de un niño de seis años que estaba jugando en el lugar.
Mientras en el desierto de Palmira en el centro del país, una mina colocada con anterioridad por integrantes del grupo terrorista Estado Islámico, Daesh en árabe, explotó al paso de un carro perforador y causó la muerte de un trabajador.
Los radicales colocaron bombas y minas en las calles, casas y tierras agrícolas en un intento de frenar el avance del Ejército sirio, y la explosión de esos artefactos causa decenas de víctimas mortales entre los civiles desplazados que retornan a sus hogares.
Según un informe del Observatorio de Minas, Siria registró el mayor número de víctimas anuales en 2020 con dos mil 729 muertos y heridos por culpa de minas terrestres y restos de artefactos explosivos.
Los militares sirios, con el apoyo de Rusia y otras naciones amigas, ejecutan labores de rastreo y desminado en las zonas liberadas con el fin de asegurar el retorno a la normalidad.
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