Esas pequeñas partículas de menos de cinco milímetros, no más grandes que un grano de arroz, contaminaron las remotas aguas de la Antártida, descubrieron los autores de la Universidad de California, Davis.
“Es fácil para las personas descartar los problemas plásticos como algo que no les importa”, afirmó en el texto Karen Shapiro, experta en enfermedades infecciosas y profesora asociada en la Escuela de Medicina Veterinaria de la casa de altos de estudios.
Pero una vez que comienzas a indagar sobre padecimientos y salud, encuentras que ese material en realidad puede mover gérmenes, y estos terminan en nuestra agua y comida, acotó la experta.
Los participantes evaluaron el Toxoplasma gondii, Cryptosporidium y la Giardia, patógenos calificados por la Organización Mundial de la Salud de causas subestimadas de enfermedades por el consumo de mariscos.
«Este es un problema que afecta tanto a humanos como a animales», enfatizó la primera autora, Emma Zhang, estudiante de veterinaria de cuarto año en la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad de California.
El artículo destacó la importancia de un enfoque de una sola salud, que requiere la colaboración entre disciplinas humanas, de vida silvestre y ambientales, pues todos dependemos del entorno oceánico, remarcó.
Hay varias formas en que los humanos pueden ayudar a reducir los impactos de los microplásticos en el océano, comentó la coautora Chelsea Rochman, experta en contaminación plástica y profesora asistente de ecología en la Universidad de Toronto.
Las estrategias deben incluir filtros en lavadoras, secadoras, celdas de bioretención u otras tecnologías de tratamiento de las aguas pluviales, sugirió.
Sumó las mejores prácticas de gestión para evitar la liberación de microplásticos de las industrias y los sitios de construcción.
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