Bajo el pretexto de la operación militar rusa en Ucrania –iniciada el pasado 24 de febrero-, La UE junto a Estados Unidos y otros países implementa cientos de medidas coercitivas de carácter económico, que pretenden restar fuerza a Moscú al atacar todos los sectores con una escalada a niveles nunca vistos.
Sin embargo, hasta el momento los hidrocarburos estaban exentos de penalidades debido al severo impacto que ello podría acarrear en el bloque comunitario, de ahí que la aplicación del sexto paquete punitivo lleve como marca distintiva su puesta en práctica progresiva.
Tal es la incidencia económica negativa para Europa que la titular de la Comisión Europea (CE), Ursula Von der Leyen, aseguró que las normativas se implementarán tras asegurar rutas de suministro alternativas a fin de minimizar sus consecuencias para los mercados globales, aunque sin explicar cómo lograrían esos objetivos. La propuesta de Von der Leyen consiste en eliminar las entregas rusas de petróleo en un período de seis meses y los productos derivados del crudo para finales de año, pero antes los 27 países del bloque deben ponerse de acuerdo y, desde el anuncio el miércoles, afloraron las discrepancias.
Claro, sancionar las importaciones de petróleo desde Rusia no tiene iguales consecuencias para el Viejo Continente como penalizar las entradas de gas, de las cuales naciones como Hungría son altamente dependientes y ya mostraron una fuerte oposición.
Desde mediados de abril el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció que las posibles sanciones al sector energético de su país podrían conducir al aumento de los suministros de hidrocarburos a otras regiones del mundo, y alertó sobre las afectaciones que sufrirían millones de europeos.
El efecto, en tanto, va más allá, pues desde el comunicado de la UE el mercado petrolero se disparó al alza y los precios, ya considerados altos, escalaron por encima de los 110 dólares el barril, en medio de la crisis económica y sanitaria generada por la Covid-19, cuyo peso mayor recae en los países más vulnerables del mundo.
Von der Leyen insiste en la política de sanciones y en la eliminación del gas ruso, además de presionar para que nadie acceda a pagar en rublos, como exigió Moscú ante la imposibilidad de acceder a sus divisas bloqueadas.
Para ello aseguró que la UE garantizaría entregas alternativas, mejores niveles de almacenamiento y la vinculación con socios internacionales, uno de los cuales es “casualmente” Estados Unidos, instigador del conflicto y cuyos envíos de armamento hacia Ucrania hacen poco creíble que el país norteño esté interesado en contribuir a su pronta solución, según refieren diversos analistas.
Por el contrario, extenderlo le permitiría obtener importantes ganancias, al apropiarse del mercado ruso del gas hacia Europa.
En marzo, el mandatario norteamericano, Joseph Biden, y Von der Leyen anunciaron que Washington suministraría este año a la UE unos 15 mil millones de metros cúbicos de gas natural licuado para suplir el de la nación euroasiática.
Sin embargo, un artículo de The New York Times alertó que el plan “será en gran medida simbólico, al menos a corto plazo”, debido a que no están creadas las condiciones para ese volumen de exportaciones, ni de un lado ni del otro.
Para la UE comprar gas a Estados Unidos significa adquirirlo un 40 por ciento más costoso que el ruso, un negocio desfavorable que no solo incrementará las ganancias económicas de Washington, sino también su influencia política, al aumentar la dependencia europea.
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