El proyecto de Washington de no invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela al próximo encuentro en Los Ángeles, California, provocó que varios gobiernos de la región anunciaran desde ahora su ausencia en la reunión si los anfitriones insisten en su pretensión.
Al respecto ya se pronunciaron los presidentes de México, Honduras y Bolivia, Andrés Manuel López Obrador, Xiomara Castro y Luis Arce, respectivamente, así como la Comunidad del Caribe (Caricom).
Este tipo de encuentro presidencial es auspiciado por la Organización de Estados Americanos (OEA), mecanismo que en 1962 expulsó a Cuba a instancias de Washington y sus incondicionales de la época, con la excepción de México.
Como consecuencia de aquel acto, La Habana quedó aislada del sistema de las cumbres continentales desde su comienzo en 1994.
Sin embargo, el creciente avance de gobiernos progresistas en América Latina y el Caribe en la última década desató una ola de reclamos en la región por la eliminación del bloqueo de Estados Unidos y a favor de la asistencia de Cuba a este tipo de conferencia. Ese clamor obligó a la OEA en 2009 a dejar sin efecto la vetusta resolución que en 1962 separó a la isla de la agrupación.
Desde entonces, Cuba mantiene su permanente y absoluto rechazo a un retorno al mecanismo controlado por Estados Unidos, postura reiterada por las autoridades cubanas en numerosas ocasiones.
El respaldo a la nación antillana cobró fuerza en la VI Cumbre de las Américas celebrada en Cartagena de Indias, Colombia (2012), cuando se produjo un planteamiento casi unánime y categórico contra el bloqueo impuesto desde 1962 por Estados Unidos contra la isla caribeña.
Esa posición fue defendida con fuerza por las delegaciones de Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Brasil, Argentina, México, Uruguay y los estados miembros de Caricom, entre otras naciones del área.
El apoyo a la participación cubana continuó en ascenso y propició que en la VII cita realizada en Panamá el entonces presidente cubano, Raúl Castro, ocupara un asiento en el foro de jefes de Estado del hemisferio occidental.
Cuatro meses antes, los mandatarios de Cuba y Estados Unidos (Barack Obama) anunciaron el inicio de un proceso de normalización de las relaciones, formalizadas luego en julio de 2015 con la reapertura de embajadas en La Habana y Washington.
En el contexto de la cita en Panamá se produjo el primer encuentro entre gobernantes de Cuba y Estados Unidos (Barack Obama) en más de 60 años.
Sin embargo, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2017 el avance registrado en esas relaciones fue revertido con inusitada fuerza con la adopción de más de 200 nuevas medidas (sanciones) contra su vecino del sur.
Y todas ellas mantienen hoy su vigencia durante la administración de Joe Biden, la misma que pretende impedir la participación cubana en la cita de Los Ángeles.
Ante los intentos para evitar esa presencia, el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, apuntó que “el país anfitrión de la Cumbre de las Américas no tiene ningún derecho a imponer exclusiones arbitrarias”.
“Se trata de una decisión políticamente motivada y sin otro sustento que acusaciones falsas y doble raseros para ocultar su verdadera naturaleza, vinculada a la política interna y electoral de Estados Unidos”, aseguró.
El ministro dijo que para el encuentro de junio próximo Washington promueve un llamado plan regional en materia de salud, “que negocia de manera opaca” y lamentó que con la experiencia y el reconocimiento internacional con que cuenta Cuba en estos temas no se le haya incluido en su negociación.
También acusó a la potencia norteña de utilizar la pandemia para sus intereses políticos como una aliada táctica contra Cuba, país que puede presentar en Los Ángeles los reconocidos resultados de su colaboración médica con el mundo y sus éxitos en la lucha contra la Covid-19, incluidas sus vacunas propias.
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