A sus 75 años de edad, el muralista, pintor y escultor logra en cada una de sus creaciones una capacidad de diseño y altos estándares de mano de obra, esenciales en su paso por cada tapia teñida con sus manos.
De acuerdo con la agencia EFE, para este artista coloradeño, la pelea por la inclusión establece una forma de pujanza en el quehacer de los pueblos originarios, cuya cultura de la resistencia lo llevó a exponer esa expresión pictórica en varios espacios de Washington y de Denver, la capital y ciudad más poblada del estado.
Al describir su mural La Alma (1978), el artista realza la mezcla del arte indígena con el de España y México, elemento para él “un epítome de lo que un mural comunitario debe ser, con historias, mitología y léxico”, emblema de los nativos de esa región de las Montañas Rocosas de Estados Unidos.
Su obra se aprecia también en edificios públicos y en universidades de varios estados del país norteño, como Illinois, Arizona, Kansas, Tennessee y Georgia, además, de exhibirse en República Dominicana.
El arte de Martínez es descrito de una amplia viveza, atemporal y serena, según el medio de prensa.
Una de ellas, una escultura de bronce de 3 metros de alto, rinde honor a los estudiantes chicanos que en 1969 abandonaron las aulas de una secundaria de Denver en protesta por las desventajosas condiciones educativas.
Anhela que sus murales representen libros de texto para enseñar a las nuevas generaciones su propia historia y cultura.
Es el legado que le gustaría dejar, indicó la fuente.
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