Queríamos comprender lo diversas que eran genéticamente las praderas de pastos marinos en las aguas poco profundas de Shark Bay en Australia Occidental y cuáles deberían recolectarse para obtener la restauración, contó la autora principal, la bióloga evolutiva Elizabeth Sinclair.
En un nuevo estudio publicado en la revista británica Proceedings of the Royal Society B, la estudiante de la UWA Jane Edgeloe añadió que el equipo tomó muestras de brotes de esas plantas de esos entornos variables y generó una «huella dactilar» al utilizar 18 mil marcadores genéticos.
«La respuesta nos dejó boquiabiertos: solo había una», resaltó y describió que los 200 kilómetros cuadrados existentes de praderas de malezas parecen haberse expandido a partir de una sola plántula colonizadora.
El proyecto desarrollado presenta en sus resultados un verdadero enigma ecológico, explicó el coautor ecologista de la Universidad de Flinders, Martin Breed.
«De hecho, esta sola planta puede ser estéril, no tiene sexo, cómo sobrevivió y prosperó durante tanto tiempo es realmente desconcertante», remarcó.
Estas tienden a tener también una diversidad genética reducida, que normalmente necesitan cuando se trata con el cambio ambiental, argumentó Martin Breed, de la Facultad de Ciencias e Ingeniería.
Esos pastos marinos también vieron su parte justa del cambio ambiental, incluso actualmente experimentan una gran variedad de temperaturas promedio, de 17 a 30 grados Celcius, comentó la doctora Sinclair.
«Las plantas poliploides a menudo residen en lugares con condiciones ambientales extremas, son estériles, pero pueden seguir creciendo si no se les molesta, y esta hierba marina gigante hizo precisamente eso», aseveró.
Los investigadores establecieron a partir del hallazgo una serie de experimentos en Shark Bay para comprender cómo esta planta sobrevive y prospera en condiciones tan variables.
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