Con la brisa de la bahía de San Francisco acariciando su estructura, el Chase Center será sede del primer partido de la serie al mejor de siete entre dos merecidos finalistas, que no dejaron dudas en su camino hasta la discusión del trofeo Larry O’Brien.
Si bien los Warriors tuvieron mejor récord en temporada regular, y por ende ganaron la ventaja de la localía, los Celtics llegan con la moral por las nubes tras eliminar al campeón defensor, Milwaukee Bucks, y al primer sembrado del Este, Miami Heat.
Ambas organizaciones cuentan con plantillas relativamente saludables, sin ausencias muy notorias, y con el peso de sus respectivas historias como combustible para ganar, entre otros incentivos nada desdeñables.
Por ejemplo, Boston buscan convertirse en el equipo más ganador de todos los tiempos, primacía que comparte actualmente con Los Angeles Lakers, con 17 coronas, bien lejos ambos de los propios Warriors y los Chicago Bulls, con seis títulos per cápita.
Celtics y Warriors se enfrentaron por primera vez en playoffs en 1964 y desde entonces no volvieron a cruzarse, el lapso más largo en la historia de la liga.
Los Warriors se centran nuevamente en sus «Splash Brothers», Klay Thompson y Steph Curry, apoyados por el canadiense Andrew Wiggins, quien este año disputó su primer All-Star, y secundado desde la banca por el versátil Jordan Poole, toda una revelación.
Por los campeones del Este, los referentes serán Jayson Tatum, Jaylen Brown, Marcus Smart (jugador defensivo del año) y el ala-pivot dominicano Al Hordfor, un veterano que demostró ante el griego Giannis Antetokoumpo que aún tiene mañas y fuerzas para encarar a cualquier rival.
De momento, los Warriors se antojan favoritos para imponerse, sobre todo si vienen centrados y hacen llover triples, pero estos Celtics demostraron ser dignos herederos del «orgullo celta», con una defensa agobiante y una ofensiva que castiga dentro y fuera de la pintura.
Sin más, solo queda aprestarse a disfrutar baloncesto del bueno y esperar que estas finales hagan repetir las dos palabras más hermosas del baloncesto: «juego siete».
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