Está hecha de algodón, rayón, poliéster o una mezcla de tejidos, mide entre uno y 1,5 metros de largo, y ha alcanzado también gran popularidad en Tanzania, República Democrática del Congo, Malawi, Burundi y Madagascar.
Su nombre proviene del kiswahili “ku-kanga”, que significa “envolver” o “encerrar”, y simboliza a las aves, específicamente a las coloridas y llamativas gallinas guineanas.
A propósito de su composición, tiene tres partes: “pindo”, que representa el borde; “mji”, el medio, con un estampado diferente, y “jina”, leyenda escrita en la tela, normalmente en ese idioma o en lingala, en el caso del África Central.
Esta prenda de vestir, la cual se adapta a los diferentes contextos sociales, se ha convertido en un excelente aliado de la comunicación. Según los estudiosos, una kanga de calidad debe reunir dos características básicas: un llamativo grabado central y un excelente proverbio swahili.
De acuerdo con la escritora Yahya-Othman, algunos diseños se utilizan en ocasiones especiales como bodas y funerales. Llevar una pieza roja y negra en el dormitorio puede ser un mensaje de la mujer a su marido de que tiene “dolor de cabeza”.
La vestimenta permite a las féminas expresar sentimientos que socialmente no tienen permitido pronunciar, sobre todo en el ámbito público, apunta.
Además, añade, sirve para entablar una conversación, teniendo en cuenta un diálogo a partir de los textos inscritos como: “Usinambie!” (¡No me digas!) o “Na kweli!” (¡En efecto!).
Además de formar parte de la relación interpersonal, también se ha empleado durante las campañas electorales, políticas e incluso de salud pública por su efectividad como vehículo de movilización social.
Este atuendo africano es multipropósito, pues permite desde acunar a un bebé contra la espalda hasta usarlo como cojines para llevar una carga pesada sobre la cabeza o envolver objetos. Se pueden encontrar como tapices de pared, colchas, cortinas o fundas de asientos.
(Tomado de Orbe)