Desde temprano las calles vuelven a tener movimiento de personas que apuntan a la recuperación de la vida y los uniformes estudiantiles resaltan nuevamente en el transporte público.
La víspera, tras los consensos adoptados en Quito por representantes del Gobierno y líderes de pueblos ancestrales, el presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), Leonidas Iza, declaró el fin de las movilizaciones en todo el territorio nacional y pidió el retorno de los manifestantes a sus lugares de residencia.
Después de festejar los consensos alcanzados en las conversaciones y reconocer los avances derivados de casi tres semanas de lucha, poco a poco comenzó la partida de cientos de campesinos e indígenas, desde los mismos puntos que sirvieron como centros de paz y acogida o lugares de asambleas y reuniones en la llamada Carita de Dios.
En camiones, al sonido de las vuvuzelas, con banderas de Ecuador y la whipala de los pueblos andinos, dejaron la capital de manera pacífica y con el regocijo de haber mantenido la lucha hasta obtener resultados, como prometieron.
Atrás quedaron las noches frías, los enfrentamientos, el trabajo en conjunto para auxiliar heridos y el reajuste emergente de los mecanismos de resistencia por una agenda común, con respuestas a 10 temas sensibles en beneficio de las mujeres, campesinos, maestros, estudiantes, aspirantes a la universidad y trabajadores, entre otros.
Quito acogió a los movilizados y fueron más quienes pusieron el hombro solidario desde los barrios, frente a grupos que estigmatizaron y criminalizaron la protesta, marcada por jornadas de represión policial y del ejército, con un saldo de seis muertes, cientos de heridos y detenidos.
Hoy, Ecuador entero la esperanza está puesta en la reconciliación y desde las comunidades, los ojos están puestos en los compromisos adoptados en el Acta por la Paz, evidencia de los logros ganados con la resistencia popular, aunque quedaron temas pendientes.
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