Por Teyuné Díaz Díaz
Periodista de la Redacción de Economía
Ya en enero el Departamento del Trabajo de Estados Unidos informó que en diciembre de 2021 la inflación general aumentó un siete por ciento en tasa interanual -dato nunca visto desde 1982-, un registro en ascenso desde mediados de ese año y que noviembre marcó un 6,8 por ciento.
El aumento de los precios continuó, y en junio del corriente la nación norteña -considerada la primera economía mundial- anotó un récord de 9,1 por ciento frente al 8,6 alcanzado en mayo, la cota más alta desde 1981.
En Europa la situación no es mejor, según datos de la oficina de estadísticas comunitarias (Eurostat); la inflación en los 19 países que comparten el euro trepó un 8,6 por ciento en el sexto mes del año, la mayor cifra desde que la entidad analiza los datos.
Eurostat acota que en junio los precios interanuales repuntaron un 41,9 por ciento, liderados por el alza en los alimentos. Los registros más altos los alcanzaron Letonia (19), Eslovaquia (12,5), Grecia (12), Eslovenia (10,8), Bélgica (10,5), Luxemburgo (10,3) y España, con un 10,0 por ciento.
Por otra parte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) señaló que los precios en la región pasarán de 6,6 por ciento en 2021 a 8,1 en 2022, con el consiguiente aumento de la pobreza a un 33,7 por ciento desde el dato de 29,8 en 2018.
Para los países del continente africano la situación es más grave, según datos del Fondo Monetario Internacional se estima que la inflación en Sudán alcance un 245,1 por ciento, con cotas bien altas en Zimbabwe (86,7), Etiopía (34,5) y Angola (23,9), mientras otras ocho naciones superan el 10 por ciento.
Ante ese complicado panorama, los bancos centrales de muchos países adoptaron la medida de subir las tasas de interés para controlar los precios, pero poco se habla de las implicaciones no solo para las economías más débiles, sino también para las personas más vulnerables.
¿QUÉ SIGNIFICA UN ALZA DE LAS TASAS DE INTERÉS?
En marzo, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) comenzó a realizar aumentos de los tipos de interés y en sus últimas tres reuniones continuaron con esa política -0,25 (marzo), 0,50 (mayo) y 0,75 (junio)-, aunque sin lograr detener la galopante inflación que afecta al país.
A mayores tasas de interés del dólar -moneda con predominio en la economía mundial- ocurre un impacto directo en las deudas y en los costos de endeudamiento, en la adquisición de productos en esa divisa, acompañado por la fuga de capitales de naciones con economías débiles.
Pero también podría desacelerar el gasto del consumidor y las contrataciones, pues la política de la FED de bajas tasas -desde hace años- nutre la economía estadounidense y los mercados financieros, por ello algunos expertos opinan que pudiera desencadenarse otra recesión.
De acuerdo con el FMI, otros 74 bancos centrales adoptaron similar medida de incrementar sus tipos de interés, entre los más significativos se encuentran los de Reino Unido, Noruega, Dinamarca y Japón.
Al respecto, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, alertó que se aprecia una “crisis de deuda en ciernes”, pues el aumento de las tasas añade presión a los países agobiados por el endeudamiento.
Peor, a esta racha pronto se sumará el Banco Central Europeo -otros 19 Estados- que hasta el momento mantuvo sus tasas en números bajos, pero que ya anunció su primer incremento en este julio.
Se trata de un escenario complejo al que se suman múltiples crisis globales, y Rusia fue designada como el gran culpable de problemas que aquejan el orbe desde hace años.
Tras la operación militar iniciada por la nación euroasiática, el 24 de febrero pasado, cayó una avalancha de sanciones económicas sobre Moscú, alentadas por Estados Unidos y secundadas por la Unión Europea, Reino Unido, Japón y otros países.
Entre las medidas coercitivas se encuentran las relacionadas con el manejo del dólar, la desconexión del sistema financiero Swift, el uso del espacio aéreo, así como otras que apuntan a los mercados energéticos y limitan las importaciones de petróleo, gas y carbón provenientes de Rusia.
Sumadas a la congelación de los activos del banco central ruso y la imposición de límites a las exportaciones, las sanciones en su conjunto sobrepasan las cuatro mil disposiciones.
PÉRDIDA DE MEMORIA
Hoy no pocos países culpan a Moscú por la crisis alimentaria y energética que se cierne a nivel global, pero olvidan cómo la pandemia de la Covid-19 impactó desigualmente en el ámbito socioeconómico internacional.
El mundo, que aún no se recupera de la crisis de 2008 y continúa marcado por las asimetrías y polarizaciones, asiste a un reforzamiento e incremento de las inequidades existentes.
El deterioro socioeconómico global resultó agravado por la crisis derivada de la pandemia y las medidas adoptadas para enfrentar el virus, como la cuarentena, la drástica reducción de la movilidad del transporte, las rupturas de las cadenas de valores y en sentido general afectaciones a la producción de bienes y servicios.
Desde ese entonces persiste un incremento sostenido de la inflación, con importantes alzas en los precios de las energías y los alimentos; pero eso ya se olvidó.
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