Por Julio Morejón Tartabull
Periodista de la Redacción Internacional de Prensa Latina
Trascendidos del encuentro del mandatario en este julio con Henri Konán Bedié y Laurent Gbagbo coinciden en que se concentró en forma general en procurar “distensar el clima sociopolítico» existente el país francófono de África occidental, algo así como buscar un comportamiento a tono con su trayectoria institucional, a veces afectada por crisis.
Con un antecedente como modelo de democracia bajo el gobierno de Félix Houphouët-Boigny (1960-1993), a quien sus críticos identificaron como el hombre de Francia en África, 2010 resultó escenario de un grave enfrentamiento por el poder que causó más de tres mil muertos.
En 1960, año de la independencia, Houphouët-Boigny declaró: “Mi única voluntad, hacer de nuestra república un Estado moderno”, y su esfuerzo así como sus tácticas colocaron al país productor de cacao en la vitrina de la región francófona africana, pero tras la muerte del político en 1993 se desataron las furias.
El sucesor fue Henri Konán Bedié, expresidente del Parlamento, quien en 1999 resultó derrocado por el general Robert Guéi con el primer golpe castrense en la historia marfileña. El militar devolvió el gobierno a los civiles en el 2000, año en que Laurent Koudou Gbagbo ganó las elecciones.
Desde entonces ese profesor universitario trató de imponer su impronta al frente del país, lograr la cohesión nacional por encima de la fragmentación etnopolítica muy marcada por los asuntos de la “marfilinidad” y su supuesto carácter discriminatorio contra no nacionales procedentes de Estados vecinos.
En 2002 Gbagbo fue objeto de un intento de golpe de Estado que devino guerra civil entre el Ejército y las llamadas Fuerzas Nuevas de Guillaume Soro, y la contienda se extendió hasta 2004; el proceso de pacificación resultó complejo con acuerdos violados y una escalada de fricciones hasta las elecciones de 2010.
Fue en los comicios presidenciales de ese año cuando los órganos institucionales dividieron sus opiniones sobre el vencedor: la Comisión Electoral otorgó el triunfo a Dramane Ouattara y el Consejo Constitucional a Gbagbo, lo cual desató una violenta crisis, que tras concluir en 2011 dejó un panorama político fracturado.
Así se vino abajo la imagen glamorosa de Costa de Marfil y si con anterioridad hubo pugnas por gobernar, el conflicto poselectoral fue la peor tormenta sociopolítica ocurrida en el país, la cual concluyó con la intervención de la Misión de la ONU (Onuci).
La Onuci detuvo al presidente saliente, quien fue procesado por la Corte Penal Internacional en La Haya, Países Bajos, acusado de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Resultó absuelto en 2019 y dos años después retornó a Costa de Marfil, donde lo consideran una importante figura pública.
Aún esa contienda entre partidarios de uno u otro político ocurrida hace 12 años, persiste como dramático referente en el sentir nacional y de hecho creó un peligroso precedente de violencia en un proceso electoral, cuyo resultado confuso tensó la cuerda que afectó profundamente la credibilidad del aparato institucional.
REUNIÓN DE GRANDES
A ninguno de los actores políticos -incluidos muchos radicales- les conviene revivir aquellas jornadas sangrientas, mientras abogan más por la retórica que por el mazazo; el presidente aprovechó esa opción para rehacer, en la medida de lo posible, la paz social al reducir tensiones en la arena local.
Ouattara cumple el tercer mandato, criticado por la oposición y tras otra crisis en 2020 entre la oficialista coalición Unión de los Houphouetistas por la Democracia y la Paz (RHPD), el Partido Democrático de Costa de Marfil (PDCI) de Konán Bedié, y el Frente Popular Marfileño (FPI), de Pascal Affi N ́Guessan (de Gbagbo, entonces preso).
De ahí la importancia de la identificada mediáticamente como Reunión de los Grandes, una iniciativa del gobernante que acerca al escenario público a los expresidentes Bedié y Gbagbo, los reconoció como predecesores en la gestión constitucional marfileña e indirectamente también su influencia en el electorado.
Los antiguos adversarios se reunieron para conversaciones privadas en el Palacio Presidencial en Abiyán, la capital administrativa, y en una breve alocución posterior, Ouattara manifestó que era bueno escuchar los criterios de los expresidentes, así como adelantó que trataría de reunirse con ellos periódicamente.
“Siempre que mis antecesores tengan tiempo de retomar estos intercambios, los convocaré para recoger sus opiniones y recomendaciones. Creo que será muy bueno para la nación escuchar a mis antecesores sobre el conocimiento del país, sus experiencias y el peso político que representan», declaró el gobernante según versiones de prensa.
El portavoz del Ejecutivo Amado Coulibaly precisó que el encuentro fue parte de las recomendaciones para el diálogo político entre el gobierno, la oposición y la sociedad civil, mientras que observadores hicieron énfasis en el contenido conciliatorio de la cita para los marfileños antes de las presidenciales previstas para 2025.
LA ESPERA
Tras la cuestionada reelección de Dramane Ouattara en la presidencia marfileña, el jefe del gabinete, Hamed Bakayoko, comentó que había llegado el momento del acercamiento en el país, donde los comicios de 2020 registraron enfrentamientos que causaron una treintena de muertos.
Después de sufrir dos crisis poselectorales, es lógico vincular la Reunión de los Grandes con la necesidad de fortalecer la unidad nacional mediante la reconciliación política a fin de evitar una fractura grave que coloque al otrora país modelo de estabilidad en una situación de ingobernabilidad.
Faltan tres años para las próximas presidenciales, cuyos resultados podrían dar paso a la alternancia del poder en un ambiente de calma y cordura, quizás uno de los reclamos de la reunión, que fue un esfuerzo dirigido a acercar a los exrivales.
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