Por Oleg Karpovich y M.G. Troyansky, vicerrectores de la Academia Diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia
El caso es que estos Estados deberán tener en cuenta el posible agravamiento de los problemas en el campo de la seguridad alimentaria debido al deterioro en el suministro de productos a la población, ya que más de la mitad de las exportaciones de trigo ucraniano llegan a esa región.
Los precios de la harina de trigo, según los acuerdos de futuros en la Bolsa Europea de Productos Básicos, están creciendo constantemente. Y esto tiene una explicación natural. Rusia y Ucrania son actores importantes en el comercio internacional de productos agrícolas básicos.
El año pasado, Rusia produjo el 11 por ciento del trigo mundial, cerca del 20 por ciento se exportó. Ucrania produjo alrededor de 33 millones de toneladas de trigo, exportando casi las tres cuartas partes. No olvidemos que Rusia y Ucrania juntas también suministran alrededor del 80 por ciento del aceite de girasol al mercado mundial, incluidos los países de la UE.
Las sanciones contra Rusia por parte de los países occidentales y la escalada del conflicto en Ucrania afectan inevitablemente a la situación de la agricultura (logística, puertos, áreas de cultivo limitadas).
Otro problema potencial, y no menos importante, es la exportación de fertilizantes minerales. Los productos rusos representan el 16 por ciento de las exportaciones mundiales. El aumento de los precios del gas, en las condiciones actuales, afectará también al coste de los fertilizantes nitrogenados que se producen en Europa.
A su vez, esto puede llevar al hecho de que los agricultores europeos se vean obligados a reducir su producción para minimizar los costes.
AUMENTO DE LOS PRECIOS
El aumento de los precios de los fertilizantes causará daños económicos a varios países productores de cereales (EEUU, Canadá, Brasil, India y otros). Se espera que estas naciones no puedan cubrir la escasez de productos resultante de una mayor competencia en el mercado.
Como resultado, los países del sur del Mediterráneo pueden sufrir; se esperan agudos conflictos sociales, hasta disturbios masivos y motines.
El peligro de un choque inflacionario para el continente africano, que importa casi dos tercios de su consumo de trigo, parece ser serio. El mismo Magreb compra hasta el 70 por ciento del trigo y maíz en el exterior.
Todavía recordamos los acontecimientos de la crisis alimentaria mundial de 2008, cuando los precios récords del trigo provocaron motines de hambre en varios países africanos, desde Marruecos hasta Burkina Faso, Camerún y Senegal.
La crisis de Ucrania afecta a los precios, especialmente en los mercados inestables, y los países africanos no siempre cuentan con suficientes recursos financieros para superar un shock de precios. El aumento previsto en los montos de la energía tampoco contribuye a resolver este conjunto de problemas.
Los acontecimientos internacionales recientes, que inevitablemente reflejan cambios tectónicos en el escenario mundial, demuestran la intensificación en extremo aguda de la lucha de tendencias radicalmente opuestas, que significa la elección de resolver el problema existencial para la comunidad internacional de determinar el camino ulterior del desarrollo.
Confiamos en que el mundo avanzará hacia un sistema coordinado policéntrico de política mundial basado en una consideración inclusiva e igualitaria de los intereses de los Estados y pueblos, como el único capaz de garantizar la verdadera seguridad y prosperidad de la humanidad.
Esta será la clave para resolver un número importante de problemas, incluidos los de carácter alimentario. Con tal desarrollo de los acontecimientos, el mundo se volverá más predecible, lo que evitará los problemas del hambre y esto agregará más confianza en el futuro, que ahora tan críticamente falta.
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