Un pacto rubricado por representantes de las autoridades y del Movimiento de las Fuerzas Democráticas de Casamanza (MFDC), confirmó el compromiso de los insurgentes de deponer las armas y trabajar para alcanzar la paz.
Ese fue el paso más reciente de las negociaciones bilaterales realizadas bajo el auspicio de Guinea Bissau, cuyo mandatario Umaro Sissoco Embalò, es también presidente de turno de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (Cedeao).
El líder rebelde Cesar Atoute Badiate, jefe de una unidad del MFDC y un emisario del gobernante senegalés Macky Sall firmaron el acuerdo de paz tras un proceso de diálogo que se extendió por tres años.
La provincia de Casamanza, en el sur de Senegal, sufre un conflicto armado desde 1982 y no se esperaba una solución pacífica inmediata, por lo cual resultó muy difundido el giro de los acontecimientos ocurrido esta semana.
Abierta ahora una posibilidad de detener la violencia, las partes deberán intentar resolver problemas socioeconómicos que caracterizaron al conflicto, entre otros la explotación de la zona, rica en recursos y del contrabando.
Según se conoció en enero pasado, el Ejército senegalés informó que en cinco meses detuvo 77 camiones con cargas de madera que trasladan ilegalmente a la vecina Gambia, fronteriza con Casamanza.
Además una peculiaridad del conflicto es que la provincia sureña de Senegal se halla en el territorio gambiano y que tiene frontera con Guinea Bissau, por lo cual el asunto es también un problema geoestratégico y de seguridad subregional.
El conflicto interno guineano en la década de los años 90 del pasado siglo se relacionó con acusaciones de tráfico ilegal de armas por parte de jefes militares para la guerrilla del sur senegalés.
Las demandas separatistas comenzaron en forma definida en 1947, cuando el Movimiento formado principalmente por individuos de la comunidad diola, proclamó por primera vez la independencia de la zona.
Pero 35 años después –en 1982- cientos de afines al MFDC se manifestaron en la capital regional, Ziguinchor, a favor de disociarse de Senegal, una demostración que concluyó con heridos y la detención del líder Augustin Djamakoun Senghor.
“En 1983 otra protesta separatista causó 25 muertos y desde entonces las víctimas letales suman unas cinco mil en ese escenario de un conflicto con raíces políticas, económicas y culturales, más que étnicas”, indica una versión del blog pazcondignidad.org.
Desde aquellas jornadas de tensión ese escenario sureño, que los turoperadores clasifican como poseedor de las playas más bellas de África, atravesó épocas que los observadores identifican como de “ni paz ni guerra”, aunque muy inestables.
A la inseguridad en el terreno se unieron las contradicciones en el seno del Movimiento respecto a negociar la paz o no con Dakar; en 2020 bajo el auspicio de la Comunidad de San Egidio, una de las facciones guerrilleras pactó una tregua.
Eso hizo que en las redes sociales sobresaliera el criterio de que existía ambigüedad en el comportamiento del MFDC para dar solución al problema, pero aquella apreciación perdió valor con el acuerdo firmado recientemente en Bissau.
«Doy gracias al presidente Umaro Sissoco Embaló por su mediación», destacó un mensaje del mandatario senegalés, mientras que la Unión Europea consideró lo acordado por la guerrilla y el gobierno como un “paso importante” para la paz.
No obstante, las expectativas creadas en esta fase del proceso deberán respaldarlas hechos que demuestren la voluntad y las posibilidades de avanzar mucho más en lo que Dakar identifica como paz permanente.
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