Cerca de 36 cuadras o bloques de la arteria que conduce a la parte más antigua de la urbe, donde se alza la catedral Metropolitana y el palacio Nacional, entre otras edificaciones, comienzan a tomar nuevos aires y a exhibir una imagen que ocultaban cientos de negocios instalados en aceras y sus entornos.
Pese a críticas de algunos vendedores que llevaban más de 30 años asentados en el área, voceros de la municipalidad sostienen que trabajan en darles alternativas dignas a los comerciantes, que de forma voluntaria se retiraron de los espacios públicos.
Lo que fue imposible en anteriores gobiernos ocurre ahora y algunos no lograr explicar cómo pudieron las actuales autoridades avanzar en la limpieza y remodelación del entorno que, según indican será un legado para los capitalinos.
Irvin Rodríguez, jefe de la Unidad Técnica del Comercio en el Espacio Público de la alcaldía de San Salvador, sostiene que antes el clientelismo político, el fortalecimiento gremial de los vendedores, la incidencia de la violencia, la falta de oportunidades y de estrategias efectivas imposibilitaron esa acción.
Lo que fue en la década de los 70 un plan de “peatonización de las calles”, se convirtió en problema social cuando centenares de comerciantes hicieron de sus ventas y tiendas la fuentes de sustento familiar.
Lo que fue una autorización de ventas ambulantes autorizadas en horarios de la tarde en la década de los 70, echó raíces y se convirtieron en permanentes, lo que afeó el ornato público y ocultó construcciones emblemáticas que ahora redescubren turistas y paseantes locales.
La política influyó en esto y a medida que se desarrolló el comercio informal, surgieron gremios de vendedores que se establecieron como una especie de cliente político para los cambios de gobierno municipal, según indicó Rodríguez.
El funcionario del cabildo municipal explicó que el fenómeno se extendió mas allá de la calle Arce y los negocios ocuparon las arterias aledañas hasta llenar todo el centro capitalino, dando lugar un problema que evitó convertir el casco histórico en un escenario para el turismo.
Ahora los salvadoreños y los que llegan como turistas agradecen la nueva vestimenta de lo que fue centro de la vida política, cultural y religiosa en el país.
/lb