La audiencia tendrá lugar en el castillo de Balmoral, residencia de verano de la realez, debido a los problemas de movilidad que desde hace varios meses aquejan a la monarca de 96 años, informó la semana pasada el Palacio de Buckingham, sede tradicional de la ceremonia.
Truss, quien se desempeñaba como ministra de Relaciones Exteriores, derrotó al extitular de Hacienda Rishi Sunak en las elecciones internas celebradas por el partido gobernante para escoger al sustituto del dimitente Boris Johnson.
A su regreso de Escocia, adonde acudirá también el gobernante saliente para presentarle oficialmente su dimisión a la jefa de Estado, Truss tiene previsto dirigirse a la nación desde el número 10 de Downing Street, residencia oficial de los primeros ministros británicos.
La tercera primera ministra en la historia del Reino Unido, después de Margaret Thatcher (1979-1990) y Theresa May (2016-2019), fue electa por los 170 mil 400 miembros del Partido Conservador con derecho al voto que participaron en el concurso interno de liderazgo, y quienes representan apenas el 0,3 por ciento del electorado británico.
Aunque bajo, comparado con el 66 por ciento que logró Johnson en 2019, el 57,4 por ciento de los votos válidos que alcanzó la ahora excanciller fue suficiente para derrotar a Sunak, quien obtuvo un 42,6 por ciento.
La víspera, tras anunciarse su victoria, la flamante jefa de Gobierno afirmó que cumplirá sus promesas de campaña de recortar los impuestos para aliviar el costo de la vida, y actuará contra alza de la tarifa energética, aunque sin dar mayores detalles sobre su plan.
También aseguró que resolverá la crisis que desde hace años afecta al servicio de salud pública, y que se vio exacerbada por la pandemia de la Covid-19.
Un sondeo rápido realizado por la encuestadora YouGov pocas horas después de anunciarse la designación de Truss arrojó, sin embargo, que el 50 por ciento de los británicos dijo sentirse decepcionado con su elección, contra un 22 por ciento que se declaró satisfecho.
El 67 por ciento también indicó tener poca o ninguna confianza en que la flamante jefa de Gobierno pueda resolver la crisis del costo de la vida.
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