

El centro cultural fue concebido con la visión futurista de quien consideraba que si durante siglos el ser humano levantó capillas para los dioses, por qué no dedicar una al hombre.
Gracias a la ayuda emocional y económica de Fidel Castro, de Cuba y de otros amigos, hoy la Capilla muestra a través del arte el mensaje que compartían mi padre y el líder político cubano, declaró a Prensa Latina Pablo Guayasamín, hijo del considerado como uno de los principales pintores del siglo XX.
El templo, que realza la vida y rechaza el sufrimiento, está recubierto de piedra, similar a las pirámides de civilizaciones aborígenes, un homenaje a los pobladores originarios del continente.
Desde la altura quiteña, la Capilla del Hombre exhibe en sus más de tres mil 500 metros cuadrados lienzos de grandes dimensiones del catalogado como Pintor de Iberoamérica, que retratan desde la historia indígena latinoamericana hasta realidades cotidianas como la desigualdad.
El llanto, la desesperación, el sufrimiento, la protesta, la pobreza, la ira, la resignación, las guerras y la esperanza aparecen en las obras distribuidas en varias salas y niveles.
Si bien las obras artísticas captan la atención del espectador, algunas frases de Guayasamín aparecen en las paredes y marcan a cualquier visitante: “Yo lloré porque no tenía zapatos, hasta que vi a un niño que no tenía pies”, “Mantengan encendida una luz, que siempre voy a volver”. En el corazón de la Capilla está encendida no solo esa luz de la que hablaba el pintor, sino la «llama eterna por los derechos humanos».
Declarada Patrimonio Cultural de Ecuador, la Capilla del Hombre es un monumento a la paz, a la justicia social que constituye a dos décadas de su inauguración un lugar de obligatoria visita a quienes llegan a la capital de Ecuador.
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