Waldo Mendiluza*
El líder de La República en Marcha, rebautizada como Renacimiento, dominó el 10 de abril la primera ronda de los comicios con un 27,85 por ciento de los votos y volvió a derrotar en el balotaje, igual que en 2017, a la representante de la extrema derecha Marine Le Pen, en esta ocasión con el 58,54 por ciento dos semanas después.
En sus primeras reacciones, Macron se declaró el presidente de todos, aunque en la oposición, tanto de izquierda como de derecha, sus palabras no tuvieron efecto alguno, y sus rivales prometieron sin tapujos enfrentar sus políticas.
Ante miles de seguidores en los Campos de Marte de París, ofreció una era nueva de gestión desde el Palacio del Elíseo, diferente de los cinco años que culminaron, por lo que invitó a los franceses a comprometerse de cara a un período retador e histórico, frente al cual los instó a ser exigentes y ambiciosos.
Hasta ese momento las cosas resultaron “normales”, casi según un libreto, se impuso el favorito en los comicios, y éste prometió gobernar para todos y escuchar más al país, sin que a su llamado muchos le otorgasen valor.
EN JUNIO, EL PRIMER GOLPE
Las elecciones legislativas de junio constituyeron un duro golpe para el dignatario y para Renacimiento, un revés que impactará a todo lo largo y ancho de su segundo lustro en el Elíseo.
El oficialismo perdió la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, que en Francia tiene la última palabra en el ámbito parlamentario, y quedó a merced de eventuales alianzas en su contra de conservadores (Los Republicanos), ultraderechistas (Agrupación Nacional) y progresistas representados por el bloque Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes), aglutinador de La Francia Insumisa (LFI) y de los partidos Comunista, Socialista y Europa Ecología Los Verdes. Muy pronto quedó claro que Macron no tendría un segundo semestre fácil, y que probablemente no volvería a llevar las riendas con la comodidad de la etapa 2017- mayo de 2022, cuando La República en Marcha y sus aliados dominaron con holgura en el Hemiciclo.
Tampoco tardaron las reacciones después de las legislativas, esta vez con celebraciones de parte de las principales figuras opositoras, Le Pen y el líder de LFI y promotor de la Nupes, Jean-Luc Mélenchon.
Le Pen tildó a Macron de “un presidente minoritario”, mientras Mélenchon consideró alcanzado “el objetivo político que nos habíamos propuesto en menos de un mes: derrocar al hombre que con tanta soberbia le había torcido el brazo a todo el país”.
Apenas por segunda ocasión en la Quinta República, que comenzó a partir de 1958, un jefe de Estado lidia con la falta de dominio absoluto en la Asamblea, luego de que François Mitterrand chocará con ese escenario en 1988.
Una consecuencia directa de la derrota en las elecciones legislativas es el uso- abusivo según la oposición- por la primera ministra, Elisabeth Borne, del artículo 49.3 de la Constitución, el cual permite adoptar proyectos de ley sin necesidad del voto parlamentario.
El recurso del polémico artículo, esgrimido una decena de veces por Borne en menos de dos meses, sobre todo para la aprobación del Presupuesto del Estado de 2023 en sus diversas lecturas y partes, desató acusaciones de conducta antidemocrática y de cortar el debate parlamentario.
En respuesta, la primera ministra, el titular de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, y el vocero gubernamental, Olivier Véran, aludieron la necesidad de dotar a Francia de un presupuesto, ante lo que consideraron un bloqueo opositor, traducido en la introducción de una cantidad enorme de enmiendas.
Más peligrosas que los calificativos, resultan las mociones de censura recurrentes, presentadas hasta ahora por los insumisos tras cada empleo del 49.3, todas derrotadas, con mayor o menor apoyo en el Palacio de Borbón.
Los conservadores, representados por el partido Los Republicanos, constituyen de momento la fuerza que impide en el Hemiciclo- donde ya se vio un inesperado respaldo de la ultraderecha a LFI- la caída del gobierno de Borne, lo cual ocurriría si prosperara una de esas mociones.
Sin embargo, la posición del ejecutivo sigue frágil, sobre todo porque en enero debe comenzar su camino legislativo el dilatado proyecto estrella de Macron, la reforma al sistema de la jubilación, que incluye la rechazada extensión de la edad de retiro de 62 a 65 años.
OTROS PROBLEMAS
La inflación galopante, con una variación interanual del 6,2 por ciento en noviembre, afecta la imagen del gobierno, y peor aún, el bolsillo de los franceses, y en particular de los más vulnerables.
Varias han sido las movilizaciones, algunas sectoriales y otras de alcance múltiple para denunciar la pérdida de poder adquisitivo, aunque tal vez las protestas más grandes lleguen en enero, cuando se oficialice la citada reforma a la jubilación.
Por si fuese poco, se conoció en noviembre que la Fiscalía Nacional Financiera realiza investigaciones que involucran al presidente de la República con presuntos delitos de “favoritismo” y “financiación ilegal de campaña electoral”.
Las revelaciones sobre las pesquisas en torno al ya muy mediático “Caso McKinsey”, nombre de una consultora estadounidense, vienen a confirmar el complicado primer semestre del segundo mandato del jefe de Estado, que comenzó con el revés en las legislativas de junio e incluyó en julio el espinoso caso del “Expediente Uber”.
La justicia indaga las condiciones de atribución de algunos contratos públicos por cifras significativas a la firma McKinsey & Company, y a su vez la financiación de ésta a las campañas del líder francés en 2017 y 2022.
Según el diario Le Parisien, el primero en informar acerca del proceso, tres jueces de instrucción investigan desde octubre la transparencia de ambas campañas, con las relaciones entre Macron y la consultora como trasfondo.
“Esta es sin duda la investigación judicial más delicada del momento; y por una buena razón, es la primera en apuntar directamente al Presidente de la República”, publicó a finales de noviembre el rotativo, desencadenando una cascada de artículos y comentarios.
Macron aseguró: “no le temo a nada”, para abogar en público porque la justicia haga su trabajo y encuentre la luz, ante el segundo escándalo en el cual lo involucran en pocos meses en los medios.
En julio, abundaron los artículos en torno a Uber, el consorcio con sede en Estados Unidos que brinda servicios de transportación en grandes ciudades, y su manera de triunfar en suelo galo, cuando el actual mandatario era ministro de Economía y Finanzas del gobierno de François Hollande.
Por entonces se habló de un presunto acuerdo entre Uber y Macron, derivado del análisis de más de 120 mil documentos de una plataforma de investigación periodística fechados entre 2013 y 2017, a los que tuvo acceso el diario británico The Guardian.
BAJA POPULARIDAD
De acuerdo con el último barómetro del año del Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) para el semanario Le Journal du Dimanche, Macron y la primera ministra Borne cerraron el 2022 con apenas un 36 por ciento de aprobación, y un rechazo del 62 y del 59 por ciento, respectivamente. Según la encuesta realizada a casi dos mil ciudadanos, la aceptación del mandatario progresó un punto respecto a noviembre, pero en general alcanzó durante el año un 38 por ciento de apoyo, contra un 39,5 en el 2021.
El IFOP enmarcó la insatisfacción con los gobernantes en la inflación, la reforma del sistema de jubilación y al uso reiterado del artículo 49.3 de la Constitución.
rmh/wmr
*Corresponsal de Prensa Latina en Francia