Un sentimiento de angustia, preocupación y zozobra persiste entre los pobladores quienes tras el sismo de 5.1 de magnitud que sacudió el lugar, el domingo 15 de enero, deben permanecer en vigilia ante el continuo movimiento de la tierra.
Algunos se acostumbran a estos eventos que hacen, por su frecuencia, que también El Salvador sea conocido como “el país de las hamacas” pero otros no logran conservar la calma y es común escuchar gritos de “ay, ay, está temblando”, lo que a veces son seguido de lagrimas y otras exclamaciones y encomiendas al Divino.
Expertos estiman que esto entra dentro de lo posible, pues la gente no solo sufre por los daños a sus casas o la pérdida de sus seres queridos, el temor que causan los temblores impacta la salud mental.
Los salvadoreños y los que vienen de fuera viven en un país altamente sísmico que registra más de 70 movimientos telúricos devastadores en los últimos cuatro siglos -además de incontables réplicas- dejando una marca de daños en viviendas y estructuras, así como un importante número de pérdidas de vidas humanas.
La población tuvo que irse adaptando a esas realidades aunque es difícil obviar el golpe a la salud mental y el impacto psicológico que traen consigo.
Los temblores y terremotos causan pánico, son eventos traumáticos e incontrolables que amenazan nuestra integridad física y psicológica y esto causa alteraciones a la salud mental tanto a corto como a largo plazo. Las personas tienden a sufrir confusión, miedo, un estado de irrealidad, shock e histeria, señalan expertos.
El miedo ante un terremoto es una reacción psicológica que se produce ante un riesgo o amenaza, puesto que es algo que no se puede controlar y, por tanto, no se puede hacer nada para evitarlo.
En Ahuachapán algunos vecinos ejemplifican esta realidad. “Nosotros hemos sacado las cosas, la cama, los roperos, las cacerolas porque nos da miedo estar dentro de la casa, un medio temblor que se dé y la casa puede terminar de caer. Aquí en el patio hemos improvisado con las champitas como le decimos para dormir”, según detalló el lugareño Ervin Arana.
Otros tienen menos suerte y sufren las consecuencias de las imprevistas sacudidas. Si no mueren en los derrumbes sufren heridas y golpes peligrosos, otros quedan soterrados.
Es probable que en las cercas de 200 réplicas a partir del 15 de enero se escucharan más gritos de ¡ay, ay, está temblando!
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