Kemp pidió hasta mil efectivos de la Guardia Nacional de Georgia y puso a disposición «todos los recursos» para responder a las manifestaciones del sábado último durante las cuales seis personas fueron detenidas.
El estado de emergencia, declarado anoche y en vigor hasta el 9 de febrero, a menos que Kemp lo prorrogue, advirtió por «reunión ilegal, violencia, amenazas manifiestas de violencia, perturbación de la paz y la tranquilidad y peligro para las personas o bienes existentes».
Las protestas en Atlanta escalaron tras el asesinato el pasado 18 de enero del activista Manuel Esteban Páez Terán, de 26 años, cerca de un centro de capacitación policial.
Según la Oficina de Investigación de Georgia, Terán disparó a un policía estatal antes de ser abatido, informó el diario The Hill.
Pero los manifestantes dudan de la descripción que hacen las fuerzas del orden de los hechos que condujeron a la muerte del joven y exigen aclarar las circunstancias que rodearon el incidente a través de una investigación independiente.
El estado de emergencia en Georgia se produce en un momento de expectativa nacional ante la inminente publicación este viernes de las grabaciones de las cámaras corporales de la policía de Memphis durante la golpiza propinada el 7 de enero a Tyre Nichols, y que causó su muerte tres días después.
La divulgación del video podría provocar en respuesta protestas no solo en esa ciudad de Tennessee, sino en todo el país.
Ravaughn Wells, madre del joven de 29 años, pidió paz en las eventuales acciones que se vaticinan esta jornada.
«Cuando esa grabación salga (…) será horrible», dijo Wells en la vigilia por Nichols en Memphis la víspera.
Entretanto, los departamentos de policía de Los Ángeles, Minneapolis, Nashville, Milwaukee, Seattle, Denver, Dallas, Nueva York y Atlanta anunciaron que tienen planes de contingencia listos.
Estos casos se produjeron en un contexto en el que existe un mayor escrutinio a la policía luego del asesinato del también afroamericano George Floyd en Minneapolis (Minnesota) el 25 de mayo de 2020.
Aquel día un oficial blanco apretó con una de sus rodillas durante más de ocho minutos fatales el cuello de la víctima y su grito de “I can’t breathe» (no puedo respirar) alentó la oleada de manifestaciones en Estados Unidos y alrededor del mundo en contra del racismo y la brutalidad policial.
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