Por Tomás Pliego Calvo *
Exclusivo para Prensa Latina
Pero las hay que son el sostén de las civilizaciones, de la cultura positiva: La idea de justicia, equilibrio social, soberanía, respeto, solidaridad, civilización, política, desarrollo, son columnas vertebrales del pensamiento utópico, el que imagina un mundo en convivencia cooperativa y armoniosa, que repara injusticias y produce conocimiento.
Filosofía y ciencia que permiten que el presente encuentre estados de equilibrio y genere condiciones óptimas para que la humanidad continúe sobre un camino de bienestar común.
Sin embargo, frente al pensamiento utópico están las conductas antisociales, beligerantes, invasivas, discriminadoras, ambiciosas y delirantes que entienden torcidamente el poder.
Hay en esta larga cadena histórica figuras señeras que van configurando un cuerpo de ideas confrontadas con los elementos de dispersión cruenta, de expansión violenta, de explotación, de agresión y apropiación.
La vida y obra de José Martí es un inmenso árbol de ideas que, bien leídas a lo largo de una colosal obra, retoma las sustancias éticas y los poderes de la palabra sabia.
Ese árbol tiene las raíces ancestrales de justicia y liberación, de dignidad, trabajo, constancia y de constituir día tras día una presencia política en los escenarios críticos. Su vida es la experiencia del pensamiento dentro de un ambiente de colonialismo rabioso, de expansión impúdica, de tensiones globales y presiones inmediatas.
Con su palabra de amplio espectro, de tonos poéticos; con su estilo que crea pasión, José Martí ha creado una influencia en la teoría y la práctica política contemporánea que está sembrada en todo el continente americano en donde se apele a la justicia y la liberación, en todo el territorio latino sobre el que se aplica el método neoliberal.
América Latina, desde el holocausto de la conquista, de la colonia misma, del clasismo, las guerras de independencia, las revoluciones de liberación, el infernal período de dictaduras, el desarrollo de la industria bajo la fórmula tutelar de despojo, corrupción, jerarquías. Todo ello, hasta derivar casi naturalmente, como si toda la historia de la región no fuera más que un cultivo, un destino manifiesto, que preparaba la proliferación de mercado salvaje hasta la inmensa teorización y fatal imposición del neoliberalismo, América Latina misma no ha sido más que un demencial laboratorio de experimentación.
Paralelamente, también de usufructo, de despojo, de prácticas militares de alto rango, de intervenciones constantes, de basurero, de reserva, de estrategias de contención de sublevaciones, de teorías militares, de control de la industria del entretenimiento.
Posiblemente América Latina ha sido mucho más que un patio trasero para el neoliberalismo. Es un campo de concentración de toda la visión colonizadora sobre la humanidad indígena que desde la colonia ya se proyectaba en convertir en la carne explotada, empobrecida, productiva, dominada, mal alimentada y reprimida, contenida, aplastada, segregada, discriminada: Los pobres de la tierra americana, los pobres al último como ideología, método, sistema.
POR EL ADVENIMIENTO DE LA LIBERACIÓN
Precisamente por eso, José Martí nos es tan familiar. Desde su experiencia vital ya contenía en sus reflexiones la tendencia expansiva tanto de España como de Estados Unidos.
Por un lado, se luchaba por la independencia cubana de España con el único recurso razonable de la guerra y se pugnaba contra la intención estadounidense de actuar contra Cuba.
Los tiempos de Martí eran de adjetivación y advertencia, de urgencia, de convocatoria, de aviso y sobre todo de un entusiasmo esperanzador por el advenimiento de la liberación.
Las inconmensurables energías utópicas de José Martí, por tener fe en una América Nuestra, siguen siendo de los combustibles más inflamables en la mentalidad de liberación. Energía que corre en todos y cada uno de los liberadores o revolucionarios que zurcen el mapa de dignidad de América.
Veamos cómo se cumple casi en una réplica pulsión en el argelino Frantz Fanon que tenía el filo para sostener que “cada colonizado en armas es un pedazo de la nación viva”. El objetivo, el mismo: edificar una nación para expulsar a los intrusos.
Fanon denunció las formas en que las burguesías perdieron su impulso renovador y se anquilosaron en derivados del status quo. Tenemos que reconocer que en este campo de ebullición de las ideas y de las percepciones bullen las de Martí, que pululaban por el mundo colonizado por occidente.
En las cruentas batallas por la liberación de los pueblos, donde la ultraderecha, las fuerzas del mercado han invertido inmensas energías para imponer por todo tipo de persuasiones, desde el control de medios, espionaje, compra de votos, asesinatos administrados, sabotajes, sistemas escolares, nos topamos con la vivacidad efusiva de Martí.
No hay país que no haya recibido esa influencia y ese feroz consejo de revolución. Lo vemos con un puntual y profundo desarrollo descriptivo también en la Teología de la Liberación.
Nos hallamos una tesis que lo refrenda, de Francisco José García Carbonell, quien señala hay un proceso de relación entre Domingo de Soto (1494-1560), y José Martí (1853-1895), “en donde se desarrolla un concepto de justicia liberacionista que nos planteará las características que absorberá la propia teología de la liberación”.
Se mezclan los ideales románticos traídos de la mano de Víctor Hugo (autor de Los Miserables) y el socialismo marxista francés que llegó a Latinoamérica.
Leopoldo Zea ya priorizaba «la filosofía latinoamericana como problema del hombre». Este es parte del árbol genealógico de José Martí. Un árbol profuso, exuberante, que va extendiendo sus raíces hasta protagonizar el drama contemporáneo que confronta a los explotados contra los conservadores, indígenas contra gobiernos emanados de las imposiciones del mercado como Brasil, Bolivia, Perú, Argentina, Chile y nuestro país México.
Es decir, este continente se debate entre el insaciable apetito de Estados Unidos por los recursos humanos y naturales de América del Sur y su proceso de democratización desde la perspectiva nativa, desde las necesidades y saberes de los pueblos.
Incluso en un discurso de razón cínica, una militar estadounidense ya dejó las cosas en claro, casi describiendo el porqué de la conquista, de la colonia, del neoliberalismo y de la corrupción. La jefa del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson, se refirió al Triángulo del Litio y confesó:
“¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, está el triángulo de litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 por ciento del litio del mundo se encuentra en el triángulo Argentina, Bolivia y Chile”.
Y comentó que “tenemos el 31 por ciento del agua dulce del mundo en esta área, para concluir que a Estados Unidos le queda “mucho por hacer” y que “esta región importa”. “Tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que empezar nuestro juego”, enfatizó en el mensaje de dominación de estas tierras.
FIRMES ACCIONES EN MÉXICO
Por ello, las firmes e inéditas acciones en un presidente como el de México, Andrés Manuel López Obrador, en clarísima resonancia del pensamiento de Martí retoma el tema energético del petróleo, levanta gigantesca refinería y compra otra en suelo yanqui.
Ubica el proyecto de nación en la atención reivindicativa de los pobres de México, recoge el espíritu liberador del apóstol de Cuba que él mismo vive, y es la misma sangre indignada ante la injusticia.
Es el mismo coraje ante la corrupción, la misma entereza ante los inacabables ataques de la derecha y los intereses neoliberales; es un misionero ante las víctimas del mercado salvaje: los pobres. El movimiento que encabeza llamado La Cuarta Transformación, en definitiva, resulta una consecuencia de la vertiente de las ideas de Martí.
Esas ideas de justicia son adherencia social, soporte ético: mandamientos, principios, códigos. El esfuerzo de la humanidad se centra en los comportamientos civilizatorios, en la adopción de medidas cooperación social.
Además, llama a pensadores a constituir un pensamiento mexicano que apela a la Independencia, la Reforma y la Revolución, movimientos que son apalabrados como transformaciones y nutridos con las ideas que transitan por las gestas heroicas y revolucionarias de la historia universal.
Convoca a desarrollar un humanismo mexicano paralelamente a su vertiginosa secuencia de acciones de gobierno en favor de los pobres y de un desarrollo regional que active los lazos solidarios y de cooperación continental.
Las formas culturales de resistencia, herencia y honestidad son propuestos como ejes de reflexión para constituir este pensamiento como si se dijera: ¡Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar!
El árbol de ideas de José Martí cobra una vigencia inquietante. Las nuevas amenazas del conservadurismo que está impedido de generar un proyecto propio, adopta tácticas fascistas contra los gobiernos populares que traen en el corazón la sangre de Martí.
Martí es un altavoz que grita alerta. No sólo la lucha de ideas viene de frente sino también la lucha enérgica ante los avistamientos de violencia.
arb/tpc/lma
*Secretario nacional de Arte y Cultura del Partido Morena, de México.