El documento, propuesto por Orville H. Platt, otorgaba a la Casa Blanca el ejercicio del derecho de intervención a la isla para la “conservación de la independencia y el mantenimiento de un gobierno adecuado” y estipulaba el arrendamiento de tierras, destinadas a carboneras y estaciones navales.
En declaraciones a Prensa Latina, Hassan Pérez Casabona, doctor en Ciencias Históricas, recordó cómo, desde comienzos del siglo XIX, Thomas Jefferson, tercer presidente del país norteño, manifestó la significación estratégica de la mayor de las Antillas y la pertinencia de una conquista fácil.
Seguiría en esta “sempiterna vocación de Estados Unidos por controlar los destinos de Cuba”, la política de la fruta madura, planteada hace dos siglos por John Quincy Adams, entonces secretario de Estado y alusiva a la anexión mediante los principios de la ley de gravedad:
“(…) Así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, es incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana (…) en virtud de su propia ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno”.
El profesor titular del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (Cehseu) de la Universidad de La Habana advirtió que, para finales de esa centuria, el país norteño estaba ya en su fase de desarrollo imperialista.
Muestra de ello, sentenció, fue su intervención en la guerra de los cubanos contra el dominio español, tras culpabilizar a la nación ibérica del estallido del acorazado Maine, en el puerto de La Habana, el 15 de febrero de 1898.
El 20 de abril promulgan la Enmienda Teller, según la cual Estados Unidos “rechaza cualquier disposición o intención de ejercer soberanía, jurisdicción o control sobre dicha isla, excepto para la pacificación de la misma, afirma su determinación de que cuando haya alcanzado estos objetivos dejará el gobierno a su pueblo”.
Luego, la toma de Caimanera, el arribo de 16 mil soldados norteamericanos por las costas de Santiago de Cuba y la capitulación de la ciudad, con la exclusión de los cubanos, “se comportaron como un ejército de conquista, que despreció la contribución extraordinaria de las tropas mambisas”.
El 10 de diciembre Madrid y Washington firmarían, en la capital de Francia, el Tratado de París, mediante el cual España cedió Puerto Rico, Guam y Filipinas y renunció a Cuba, territorio que pasó al control estadounidense desde el 1 de enero de 1899.
“Debemos tener en cuenta el mensaje del presidente William McKinley ante el Congreso, el 5 de diciembre, para quien Cuba tiene que estar necesariamente ligada a Estados Unidos por vínculos de singular intimidad y energía, orgánicos o convencionales, pero, sobre todo, irrevocables”, sentenció.
Posteriormente vendría la imposición de su tutela mediante la Enmienda Platt, incorporada por la fuerza a la Carta Magna, y cuya esencia limitaba la soberanía de la isla y autorizaba la intervención militar, cuando la Casa Blanca considerara sus intereses en peligro.
“El 20 de mayo de 1902 emergió una República mediatizada y más que una neocolonia, un protectorado bajo los designios de Washington. Teníamos atributos formales, pero se desconocía nuestra independencia en toda su magnitud, estábamos acéfalos en múltiples dimensiones”, indicó el experto.
La firma de arriendo de estaciones navales y carboneras los días 16 y 23 de febrero de 1903 tenía como subterfugio “por el tiempo que necesitase”, lo cual legitimó, desde esa óptica, el comienzo de las operaciones y el izaje de la bandera extranjera, el 10 de diciembre de ese mismo año.
“Desde el punto de vista jurídico no existe la posibilidad de un alquiler perpetuo, tampoco documentos legales sin la determinación de un tiempo límite, con la rescisión de una sola de las partes. Los tratados de esa línea permanecen mientras duran las circunstancias de su origen”, indicó.
Ello cambió radicalmente el 1 de enero de 1959 con el triunfo de la Revolución Cubana, y la ilegitimidad de la Base Naval de Guantánamo también aparece avalada por la emergencia de instrumentos como la Declaración contra el colonialismo, aprobada por las Naciones Unidas en 1960.
Pérez Casabona aludió, asimismo, a los planteamientos de especialistas cubanos como Fernando Álvarez Tabío, Miguel D’Estéfano y Olga Miranda para quienes el Tratado de Arrendamiento de 1903 resulta nulo, basado además en la Convención sobre el Derecho de Tratados, suscrita en 1969.
El mecanismo ratificado por La Habana en 1998—Estados Unidos aún no lo valida— plantea la derogación de un convenio cuando este fue impuesto mediante la amenaza o el uso de la fuerza, como sucedió con la Enmienda Platt.
“Nosotros guardamos desde 1960 los cheques de pago por ese arriendo y como señaló, en más de una ocasión el general de Ejército Raúl Castro, los mismos formarán parte de la exhibición en un museo, constituido una vez devuelvan ese territorio oriental”, expresó el académico.
La Base Naval de Guantánamo, con alrededor de 117 kilómetros cuadrados, es de los primeros emplazamientos de Estados Unidos en el mundo, país que acumula actualmente más de 800 enclaves militares en alrededor de 70 naciones.
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