Todavía estaba en prisión domiciliaria el expresidente adeco Carlos Andrés Pérez, responsable de la matanza del 27 de febrero de 1989 conocida como El Caracazo, uno de los motivos del alzamiento de Chávez quien entonces todavía andaba semi clandestino por las amenazas que se cernían sobre él.
Pocas semanas después recibí un mensaje de una mujer, también de forma casi clandestina, para que lo entrevistara.
Dije que sí, por supuesto, y después de una verdadera operación subterránea, Prensa Latina logró ser la primera agencia informativa que lo entrevistó después de su salida de prisión, y ya con la idea de candidatear la presidencia de la República, pero aun sin hacerla pública.
Apenas se dio a conocer que aspiraría -primero por el Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR 200) y luego por el Movimiento de la V República (MVR), el Grupo de Amigos de Prensa Latina que habíamos creado entre algunos periodistas como Freddy Balzan, José Vicente Rangel, Earle Herrera, Desirée Santos y algunos más, así como dueños de pequeñas imprentas como Remigio Loreto y El Bachiller, y hasta pequeños empresarios como El Negro Muñoz y Luben Petkof.
Un eje central en la campaña chavista fue impulsar el Polo Patriótico nucleado en torno al MVR que logró atraer al Partido Patria para Todos, el Movimiento Al Socialismo, el Partido Comunista y otros que estaban en contra de adecos y copeyanos, aunque a la postre algunos de ellos se trastocaron en antichavistas cuando comprobaron que Chávez protagonizaba una revolución profunda de nuevo tipo.
¡Con Chávez manda el pueblo! fue la consigna maestra acompañada de la propuesta de una Asamblea Constituyente, que estremeció a Venezuela, cuyo pueblo ardía en deseos de acabar la corrupción, la injusticia y la desigualdad.
El triunfo de Chávez fue arrollador y el 6 de diciembre de 1998 cientos de miles de personas bailában al son de los tambores por las avenidas Andrés Bello, Boyacá, Bolívar, Baralt, Francisco de Miranda, San Martín, Sucre, Fuerzas Armadas en busca de Urdaneta para intentar llegar al Palacio de Miraflores, sede del gobierno, donde todavía estaba el anciano presidente Rafael Caldera, el último de los copeyanos.
El 2 de febrero 1999 fue el momento de la apoteosis: El Comandante Hugo Chávez -ascendido a ese rango por el pueblo- asumió la presidencia de Venezuela con un juramento que marcó el inicio de un profundo proceso de cambios que no ha podido ser detenido por los adversarios:
«Juro delante de Dios, juro delante de la Patria, juro delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución (1961) impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. ¡Lo Juro!».
Ese día, terminó el plazo del “por ahora” de aquella famosa expresión de Chávez, en la madrugada del 4 de febrero, unos minutos después del fallido golpe de estado a Carlos Andrés Pérez, el genocida del Caracazo:
«Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados».
Desde entonces los ataques al bolivariano mayor, hijo de los llanos de Sabaneta, no han cesado. Tampoco su batalla contra los enemigos de la patria del Libertador. En todo caso, como él acostumbraba a decir, se está tomando el descanso del soldado.
mem/lma