Por Julio Morejón Tartabull
Redacción de África y Medio Oriente de Prensa Latina
Algunas ex-metrópolis coloniales prestan atención a esa demanda más que otras, pero la mayoría se aferra a la posesión de obras –algunas negociadas en condiciones onerosas y otras, simplemente, saqueadas y almacenadas en museos de capitales europeas.
Sin negarse a compartir en buena lid a nivel universal el conocimiento que dimana de la labor artística, el continente condena la depredación intelectual que significó el despojo patrimonial.
La apropiación de esos bienes, tangibles o no, constituyen actos delictivos despreciables que durante mucho tiempo fue un festín de menosprecio y racismo contra la región.
Con ese motivo, la recuperación de los llamados bronces de Benín y su entrega a Nigeria, fue el resultado de un proceso sensato reivindicativo para la reconstrucción de la historia sociocultural africana.
Tales piezas formaron parte en el siglo XIX del botín del Reino Unido y a comienzos del XX, trasladadas a Alemania, una época en que los museos europeos se disputaban la tenencia de obras artísticas foráneas. Esos objetos “están probadamente manchados de sangre; robados del palacio real de Benín por tropas coloniales británicas en una -expedición punitiva- llevada a cabo en 1897 en lo que hoy es Nigeria”, cita dw.com.
“Los invasores robaron miles de esculturas de marfil, latón y bronce. Vendían las obras por toda Europa. Aún hoy, los bronces de Benin, testimonio de una civilizaciòn antigua y poderosa, se encuentran en museos y colecciones privadas de todo el mundo», añade el sitio digital.
Cinco años antes –en 1892- las tropas francesas del general Alfred Amédée Dodds saquearon el palacio de Abomey, la capital histórica del reino de Dahomey, actual territorio beninés y desde 1985 parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad.
La agresión a la cultura fue modo de operar de las metrópolis relevantes o de segundo orden, o de países asociados, como Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Suecia y Estados Unidos.
En conjunto se identificaron más de 32 mil piezas en 30 galerías, según el Programa de Inventarios Invisibles, de Kenya, pero es solo una porción del mayúsculo conjunto, según expertos.
Las demandas de restitución de tales bienes no siempre reciben atención adecuada y muchas veces pasan por extensos procesos judiciales y largas negociaciones políticas.
CULTURA USURPADA
Hace dos años, el filósofo camerunés Achille Mbembe consideró moralmente injustificable la apropiación de objetos africanos para pinacotecas occidentales, donde se encuentran como muestra de una simbólica presencia colonial.
Asimismo, en un discurso en la Universidad de Ouagadougou, Burkina Faso, el presidente francés, Emmanuel Macron, afirmó que: «La herencia (cultural) africana no puede ser prisionera de los museos europeos».
Cada pieza de su cultura –del tipo más elemental que sea- contiene un trozo de historia y permite conocer mejor las sinuosidades en la construcción social del continente, por demás Cuna de la Humanidad.
Solo unos pocos países occidentales se sensibilizaron con la necesidad de detener la masacre cultural africana, a la cual se une actualmente el tráfico ilegal de ínfima monta (contrabando), pero también dañino.
Para hacer justicia hay que recordar la frase de una curadora keniana del Museo Kisumu, Rose Akinyi Otieno, “los originales deberían volver a casa”, apreciación compartida por la mayor parte de los Estados víctimas del expolio.
Uno de los problemas de método para comprender a África es concebirla fraccionada, singularizarla fuera de contextos, así como colocar al elemento cultura como posibilidad y no como realidad, lo cual resulta pecaminoso.
“Desde hace seis millones de años, en África se han dado los pasos más importantes de la humanidad, tres auténticas revoluciones, hasta llegar a lo que somos, el homo sapiens. Sólo por ello, África debería ser la protagonista de la historia del género humano”, expone reingex.com.
Sin embargo, con el apotegma decimonónico “África no tiene historia” se trata aún de anular el papel desempeñado por el continente en la formación de la humanidad en general y así justificar con la nulidad el menosprecio y subestimación intelectual.
Esa distorsión del conocimiento –secundada con la explotación económica- creó un modelo virtual para argumentar el saqueo del tesoro de un supuesto “inepto e ignorante” más cercano al salvajismo que a la civilización.
La creación y empleo de una imagen de incapacidad delineó durante muchas décadas una relación entre víctimas y victimarios a la vez que privaba al primero de un reclamo de propiedad relativo a su vida y a su cosmos.
En fin todo era consecuencia de un vínculo asimétrico, que sojuzgó a la región hasta las independencias en la segunda mitad del siglo XX, cuando comenzó lentamente a construirse otro arquetipo socioeconómico e ideológico.
RECUPERANDO HISTORIA
Invertir tiempo en rescatar lo perdido es una meta africana que alcanza a todos los escenarios y en el caso de la recuperación de su patrimonio cultural resulta una necesidad para exponer con coherencia su trayectoria en un mundo que merece conocer la verdad.
El continente reclama la devolución de su patrimonio artístico y cultural, sustraído por las potencias coloniales en los siglos XIX y XX; se estima que más del 75 por ciento de esas obras se hallan en Europa, aunque museos y mercaderes rechazan devolverlas.
Esa actitud supone una larga batalla tanto en el ámbito legal como a la psicología social, por esta requerir hasta cierto punto un cambio de mentalidades, mucho más difícil de asumir que un dictamen judicial.
Hay un debate en pie: Francia, Holanda, Alemania y Bélgica comenzaron a enfrentarse a su legado colonial y a falta de una legislación internacional única cada una propone mecanismos diferentes relativos a la restitución patrimonial africana.
Se registran avances en la ardua misión de reponer el consabido tesoro: Berlín devolvió objetos originarios de Namibia; Francia retornó obras a Benín y una comisión belgo-congoleña decidirá sobre los bienes involucrados y su devolución a Kinshasa.
“Restituir una obra de arte o un documento al país que lo creó es permitir que un pueblo recupere parte de su memoria y de su identidad», dijo Amadou Mahtar M’Bow, director general de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, las Ciencias y la Cultura (Unesco) de 1974 a 1987.
Esa es la “única forma de expiar la depredación colonial” que se cometió contra las sociedades africanas, insistió Chika Okeke, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Princeton, en Estados Unidos.
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(*) Periodista de la redacción África y Medio Oriente de Prensa Latina.