Por Fausto Triana
Corresponsal jefe en España
Un trágico episodio que deviene fiesta popular en esta ciudad de la Comunidad Autónoma de Aragón, destacada por su arquitectura mudéjar, un estilo que combina elementos góticos e islámicos.
La celebración, que llega a tono con el Día de San Valentín del mes de febrero, se llama en realidad Las bodas de Isabel Segura. Cuenta con un hermoso mausoleo de alabastro y bronce dedicado a los Amantes de Teruel en la iglesia de San Pedro, un regalo del escultor Juan de Ávalos.
Allí reposan los restos de Diego de Marcilla e Isabel de Segura cuyas manos no llegan a rozarse en símbolo de un amor no realizado, con la muerte de los apasionados amantes por ataques al corazón en distintos momentos.
Como telón de fondo de esta suerte de novela legendaria o tradición con el flechazo de época del inquieto Cupido, un escenario como Teruel, con una población de cerca de 36 mil habitantes, que se suma a la fiesta exhibiendo un pedazo exquisito de la mejor muestra de arte mudéjar de Europa.
Tiene un conjunto de torres mudéjar, la catedralicia, San Salvador, San Martín y San Pedro, declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Un recorrido por la llamada Escalinata, monumento arquitectónico y arribar a la Plaza del Torico, escenario de algunos de los actos de las Bodas, extiende el atractivo de la pequeña urbe.
El Acueducto de los Arcos, declarado Bien de Interés Cultural, el popular paseo del Óvalo y en las cercanías, el Parque Temático Dinópolis, completan un trayecto único.
Las excelencias de la pintoresca urbe se reflejan en la gastronomía, cuya principal fuente de inspiración está en el cerdo, del que se extraen embutidos y su producto estrella en la Denominación de Origen Jamón de Teruel.
Son típicas también las migas a base de pan y carne de cerdo, las sopas de ajo y el cordero asado o ternasco, también con Denominación de Origen y otros platos como el Gazpacho de Pastor, la Caldereta de Pastor y las Madejas.
Por último, la repostería que se apunta con un detalle infaltable, los suspiros de amante, postre hecho a base de queso y huevo y también merengues, entre otros.
ISABEL Y DIEGO
Inevitable volver sobre una de las obras más emblemáticas y conocidas de William Shakespeare, los irreductibles Amantes de Verona, Romeo y Julieta (1597), para encontrarnos con el símil de Isabel y Diego, aunque sin las enconadas rivalidades de Montescos y Capuletos.
Se plantea así nuevamente la dicotomía o interrogantes acerca de la originalidad de la obra de Shakespeare por lo anterior de la historia de Teruel, tal vez ante la ausencia de todo el glamour de época que encerraba Verona e Italia.
Sin embargo, el drama romántico de Isabel y Diego devino una celebración que mueve a toda la ciudad aragonesa y a decenas de miles de visitantes en fechas siempre próximas al Día de los Enamorados.
Teruel se transforma durante tres días en una suerte de teatro ambulante y los momentos principales de su historia son representados por cientos de actores de la ciudad, junto con espectadores que visten trajes medievales a tono con la puesta en escena en toda la zona.
Declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, aspira a subir el listón y convertirse dentro de poco en un nivel superior, de Interés Internacional, a tono con la realidad de Teruel, que forma parte de la red Europa Enamorada, una serie de ciudades con historias de amor.
Leyenda o historia, en síntesis cuenta que Isabel y Diego crecieron y jugaron juntos en el Teruel del siglo XIII. Ambos eran de familias nobles: ella, hija de Don Pedro de Segura, un rico comerciante; y él, de los Marcilla, también con linaje, pero venido a menos.
Aquí surge un parecido con Romeo y Julieta, aunque en menor tesitura. La idea del casamiento dentro del amor adolescente, disgustó al padre de Isabel que no permitió que su hija formara matrimonio con alguien de rango inferior.
Diego se vio obligado a marchar a las cruzadas contra los moros en busca de dinero y honores que le permitieran ser digno de Isabel, tras acuerdo de que la separación duraría como máximo cinco años.
La prolongada soledad de la muchacha se tradujo en tristeza con las noticias de los soldados que regresaban de la batalla de Muret, quienes contaban que habían muerto casi todos, probablemente Diego también.
Las sospechas de sobornos por el padre de Isabel no impidieron que se adelantara la proposición de don Pedro de Azagra, un poderoso caballero, para consagrarse a la boda.
Con la ciudad engalanada para celebrar unos grandes esponsales, el mismo día de la ceremonia regresaba Diego a Teruel. Despechado, se dirigió a la alcoba de la recién casada y le pidió un beso que se habían prometido ambos, a lo cual se negó Isabel.
Su corazón fue fulminado por el rechazo y cayó al lado de su amada, quien arrepentida fue al funeral, finalmente besó a Diego y se repitió la escena, cuando dejó de latir su corazón.
Fueron sepultados juntos, y en su Mausoleo, aparecen rozándose las manos.
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