Junto al Árbol de la Vida que él mismo sembrara en el jardín de su casa y donde reposan sus restos, se reunieron este viernes familiares y amigos del artista, catalogado como el Pintor de Iberoamérica, que falleció el 10 de marzo de 1999.
Allí estuvieron sus hijos Pablo y Verenice Guayasamín, quienes mantienen vivo el legado artístico y humanista de su padre a través de la Fundación que lleva su nombre y la Capilla del Hombre, complejo monumental ideado por el maestro como tributo al ser humano.
En la ceremonia el director de la Fundación, Pablo Guayasamín, expresó que son 24 años de ausencia de quien luchó por sacar la cultura adelante y la paz de los pueblos, los humildes y los pobres de la tierra.
Durante su vida nos dejó muchas lecciones, pero sobre todo nos enseñó un profundo respeto por las causas justas, afirmó el hijo de quien llevó al lienzo el sufrimiento, la protesta, la pobreza, la ira, la resignación, las guerras y la esperanza de los más desfavorecidos.
Como es habitual, no faltó en este homenaje el trago de vodka ofrecido al pie del Árbol de la Vida, donde descansa también su amigo el escritor y diplomático ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, con quien compartía el gusto por esa bebida, y su primera esposa, Marujita Monteverde.
El tributo para honrar la memoria del pintor y su legado incluyó la interpretación de obras musicales clásicas y tradicionales por parte de jóvenes estudiantes de la facultad de Artes de la Universidad Central Del Ecuador.
De esa forma, los presentes recordaron a Guayasamín y encendieron esa luz que él pedía porque “siempre va a volver”.
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