Los autores, ambos ya desaparecidos, son el hispano-argentino Esteban Lisa (1895-1983), considerado uno de los pioneros en la búsqueda de lo abstracto, y el cubano Rafael Soriano (1920-2015), entre las cuerdas de pinturas geométricas de intensos colores y la luminosidad onírica de lo místico y etéreo.
Lisa era poco conocido y sólo después de su fallecimiento ha comenzado a ocupar el lugar merecido, en su tránsito de representar pequeños paisajes y bodegones, a llevar abstracciones derivadas del cubismo hasta el lirismo expresionista.
Una valoración de Jorge Virgili, comisario y representante en Europa de la Fundación Esteban Lisa, quien explicó la vocación y empeño del maestro en calidad de docente, negado a vender sus obras.
Igualmente, su entrega a mostrar la cosmovisión en un espacio reducido de abstracción kantiana y la teoría de Albert Einstein de la cuarta dimensión. Todo ello, reflejado de ciertas formas, en numerosos cuadros.
En el caso de Soriano, son perceptibles las influencias de Wifredo Lam y del movimiento surrealista encabezado por André Breton. Dentro de su estilo, renombrado con una exposición en 1955 en el Museo de Bellas Artes de La Habana, descuellan Luciérnaga, Amanecer, Formas en la Luz e Interior.
Luego, marca un cambio tras asentarse en Estados Unidos, asume un perfil más abstracto y seguramente más introspectivo. En ambos casos, con el reconocimiento y el elogio de Elizabeth T. Goizueta, comisaria adjunta del McMullen Museum of Art Boston College.
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