¡¿Y cómo no vamos a entrarle con ganas?!, si al chocar con un manjar como este sale a relucir el conocido proverbio «Se hace la boca agua», al referirnos con goce al buen sabor de determinado alimento.
La clave del éxito en una buena confitería reside en la práctica y en dominar algunos trucos que harán lucir los acabados más lindos y apetitosos, y es el caso del Día de la Torta Selva Negra, celebrada por primera vez en Estados Unidos.
Actualmente cada vez más países se suman a esa festividad que cada 28 de marzo se consolida, como en Alemania, que tiene su propia velada en el pueblo de Todtnau.
Esa ciudad alemana, revestida de un macizo montañoso de gran densidad forestal denominado Selva Negra, da su nombre a la mencionada tarta y cada año se compite para saber quién es el maestro pastelero con el ejemplar más rico.
La Torta de la Selva Negra se compone de capas intercaladas con bizcocho, crema y cerezas ácidas, decorada al final con abundante viruta achocolatada.
El territorio de Baden, también en Alemania, elabora un vino de cerezas ácidas usado en este dulce de la Selva Negra.
Allí es donde se destila el licor llamado Schwarzwälder Kirsch, que significa literalmente torta de guindas de la Selva Negra, un postre típico de la zona.
El origen de este dulce se remonta al siglo XVI cuando el chocolate se extendió hasta asentarse en Europa.
Presentado por primera vez en un texto de cocina de los años 30 de la pasada centuria, este dulce empezó a gozar de mucha popularidad en la posguerra.
No solo se come tradicionalmente en Alemania, también se considera un confite típico en buena parte de Austria, Suiza e Italia.
ro/dpm