Lo que hoy parece un asunto sencillo del pasado, encierra muchos más entresijos de lo que se supone. El enorme cuadro fue pintado por Pablo Picasso en París en 1937, recorrió Europa y terminó en Nueva York, donde hizo una larga estancia debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Con estas premisas, la casa actual de la obra, el Museo Reina Sofía de Madrid, presentó el documental “Guernica, el último exiliado”, un exquisito cortometraje de 19 minutos de Guillermo Logar, que revela tropiezos, anécdotas y emociones por lograr que el emblemático lienzo tocara por fin suelo español el 10 de septiembre de 1981.
Una velada dominada por las ovaciones al escuchar a Álvaro Martínez-Novillo, uno de los protagonistas de un capítulo poco conocido de las negociaciones, incidencias políticas y avatares para traer a España el monumental cuadro, ahora que pronto se conmemora el 50 aniversario de la muerte del maestro del cubismo.
El proceso con el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York fue mucho más complejo de lo que se conoce, en parte por las reticencias de la entidad de ceder Guernica a una España todavía en una incipiente democracia y, también, por la resistencia de un sector de la familia Picasso.
Así lo detallaron Martínez-Novillo, uno de los protagonistas de las negociaciones, y Genoveva Tusell, especialista en este proceso e hija de Javier Tusell, multipremiado historiador ya fallecido, artífice del arribo del Guernica a Madrid.
La primera gran resistencia a vencer fue la de Conchita Ruíz Picasso (Maya), con muchos remilgos en torno a la transparencia democrática de España en aquellos tiempos; la fue a visitar Javier Tusell, con una carta de Adolfo Suárez (entonces presidente del Gobierno) y aun así pidió más garantías, relató Martínez-Novillo.
Maya era la segunda hija de Picasso y quería cerciorarse de que los deseos de su padre, que Guernica volviera a una España sin Franco (el dictador) y plena en democracia, se cumplieran absolutamente, una directiva también del MoMa, añadió.
Los detalles contados por Martínez-Novillo y Genoveva Tusell revelan pasajes inéditos. El pintor malagueño ponía como condición que el Guernica viniera a una España republicana, como escribió al MoMA en una primera carta.
Luego, hubo una segunda, al ser convencido Picasso por su abogado, el francés Roland Dumas, de cambiar el término por “libertades democráticas” para no chocar con un país monárquico.
Ya en Nueva York, Martínez-Novillo (en misión secreta según instrucciones del Gobierno) disfrutó con emoción como a se descolgaba el Guernica (7,75 metros de ancho x 3,50 metro de ancho) del MoMA y se enrollaba en una cubierta especial antes de ser embalado, junto a unos 70 bocetos que lo acompañaban, dispuestos en cinco cajas.
Cuando todo parecía expedito, el fallido intento de golpe de estado del febrero de 1981 (23F) puso en peligro la operación, pero por el contrario demostró la fortaleza de la democracia; ya el 9 de septiembre, camino al aeropuerto John F. Kennedy hubo hasta un apagón en Manhattan, comentó Martínez-Novillo.
Se trasladó en un vuelo comercial de Iberia, sin que la mayoría de los pasajeros y hasta tripulantes supieran que transportaban el Guernica y al llegar a Madrid se trasladó escoltado hasta el Casón del Buen Retiro, donde estuvo 11 años, protegido por una urna de cristal antibalas y por la guardia civil, destacó.
Guernica fue pintado por Picasso en París entre mayo y junio de 1937 por encargo de la Segunda República. Se convirtió en un icono antibelicista, inspirado en el bombardeo Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana contra la población vasca de Guernica el 26 de abril de ese mismo año.
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