“Nos estamos quedando sin juventud” dijo el obispo de Chalatenango, monseñor Oswaldo Escobar, al lamentar la tragedia que alcanzó a la familia Melara, residente en ese departamento, luego que dos de sus miembros fallecieron en el centro de detención migratoria de Ciudad Juárez, en México, en la búsqueda de llegar a suelo estadounidense.
La migración irregular, y la falta de condiciones para quedarse en El Salvador deja a Chalatenango sin jóvenes, dijo el prelado ante una multitud de creyentes y ciudadanos comunes que se juntaron en una iglesia para dar el último adiós a sus coterraneos que buscaban lejos el denominado “sueño americano”.
“Para nosotros significa dolor, duele mucho esta migración constante, nos estamos quedando en muchos cantones de Chalatenango sin juventud, sin alguien que pueda producir la tierra. En muchos de nuestros caseríos y cantones hay mucha gente mayor y niños, mucha madre soltera también y todo esto nos trastorna”, dijo Escobar al describir la situación.
Los cadáveres de Enrique Alfonso Melara Rivera, de 44 años y Milton Alexis Melara Melgar, de 33 años, dos de las 40 víctimas del incendio del centro de detención migratoria de Ciudad Juárez que truncó las esperanzas de migrantes provenientes de El Salvador, Guatemala, Honduras, Colombia, Venezuela, y Ecuador, son un amargo recordatorio de la realidad.
Se fueron llenos de ilusiones y ahora recibimos sus cuerpos, señaló el prelado, al recordar que muchos parten con esperanza de una nueva vida y a veces regresan en ataúdes, o en otros casos, convertidos en pandilleros como los que retornaron deportados de Estados Unidos décadas atrás.
La tierra chalateca recibió el lunes los féretros de Enrique Alfonso y de Milton Alexis, pero pudieron ser otros miles de jóvenes que integran una gran prole que encuentran en la inmigración o las pandillas su único destino.
Esta semana la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) de 2022 lanzó un alerta que tocó factores demográficos en El Salvador como potenciales fuentes de inmigrantes o delincuentes.
El hecho de que el 24,6 por ciento de la población joven del país ni estudie ni tenga trabajo es un reservorio de futuros inmigrantes y también de pandilleros, estiman expertos al valorar situaciones como la ocurrida en México.
Recientes pesquisas muestran que la juventud fue durante años la que más miembros aportó a las maras o pandillas que convirtieron al país en uno de los más violentos de mundo con altos índices de homicidios.
La encuesta de EPMH indicó que en 2022 cerca de 402 mil 262 jóvenes entre 15 y 29 años no estudiaba ni trabajaba, mientras datos de estudios revelan que los pandilleros, en su mayoría, son personas muy jóvenes. El 72 por ciento de los integrantes de las maras tienen entre los 16 y 21 años, siendo la edad promedio la de 18.7 años, plantean algunos estudios.
La Oficina Nacional de Estadísticas y Censos (Onec) en su más reciente investigación encontró que 402 mil 850 jóvenes entre 15 y 29 años ni estudiaban ni trabajaban, aunque la cifra se redujo un 12,2 por ciento con relación a 2020.
Los llamados ninis (ni trabajan ni estudian) tienen menos posibilidades de un desarrollo profesional al estar fuera del sistema educativo. Esta brecha es mayor para la población en la zona rural, donde el 30.5 por ciento tienen entre 15 y 29 años frente a un 20.8 por ciento en lo urbano.
Por otra parte, y para acentuar el peligro, la EHPM mostró que de una la población de seis millones 330 mil 947 el año pasado, el 25.8 por ciento son jóvenes de 15 a 29 años.
Mientras prevalezcan estas condiciones, el lamento de muchas voces se escuchará en El Salvador.
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