Desde el inicio del choque grupos de encapuchados alteraron el orden, pero a la altura del minuto 30 del juego lanzaron bengalas y bombas ensordecedoras a los graderíos y la cancha, por lo que el árbitro decretó el final de las acciones.
Aunque los dos equipos son de esta capital, el encuentro se disputó en el estadio Ester Roa de la sureña ciudad de Concepción, donde estuvo prohibida la entrada de aficionados de la Universidad Católica para evitar altercados, pero a la postre la violencia se impuso.
El juego entre ambos recintos universitarios es uno de los clásicos del balompié chileno, sin embargo, como ha ocurrido en otros partidos de gran rivalidad el vandalismo se apropió del espectáculo.
Luego de los lamentables sucesos el presidente del país, Gabriel Boric, dijo que se ejercerá todo el peso de la ley contra los responsables e impedirán que grupos de delincuentes se adueñen de los estadios.
Muchos aficionados pidieron por medio de las redes sociales que se suspenda por un año la liga mayor de ese deporte y se adopten medidas contra los organizadores del evento, en particular la Asociación Nacional de Fútbol Profesional.
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