Kintto Lucas*, colaborador de Prensa Latina
De a poco América del Sur se va alejando de la teoría de integración regional que promueve el divorcio entre Economía y Política, y que terminó por arrastrar a muchos países a la falacia del “mercado auto regulador” como promotor del desarrollo. Sin embargo, es preocupante observar que después de las nefastas experiencias con la aplicación de la terapias de shock de mercado –en palabras de Naomi Klein-, este tipo de medidas políticas se siguen vendiendo desde algunos países de la OCDE, organizaciones financieras multilaterales, sectores políticos de derecha y ciertos empresarios, como la panacea para la proyección económica de nuestros países.
Desde el Norte se promueven los tratados de libre comercio y la liberalización y desregulación financiera, así como la privatización y la flexibilización del mercado de trabajo como los mecanismos fundamentales para la integración a la economía internacional. En América del Sur hay quienes escuchan esos cantos de sirena y defienden la necesidad urgente de crear un área de libre comercio estilo ALCA. Pretenden así reponer los fracasos del modelo neoliberal.
La integración regional de Suramérica debe recuperar el rol del Estado sobre el mercado, y de la sociedad sobre el Estado y el mercado. Los Estados Suramericanos integrados deben controlar el mercado suramericano integrado. Y la sociedad suramericana debe jugar un papel fundamental con su participación para controlar los Estados y los mercados integrados. Esa integración debe generar vías para un modelo de desarrollo que permita la proyección de cada país y la proyección conjunta. La eficacia y el aprovechamiento de las sinergias regionales dependen de la capacidad de entender que es un proyecto colectivo, no individual, y del tejido institucional que se consolide en el proceso de integración.
Fortalecer y profundizar la integración en América del Sur, pasa por fortalecer y profundizar UNASUR, y en ese camino es fundamental fortalecer y profundizar el Mercosur caminando hacia un Mercosur Suramericano. Pero eso depende de la capacidad que muestren nuestros Estados para reconfigurar sus estructuras productivas. Esto será posible si los gobiernos van de a poco trascendiendo el ámbito de la mera racionalidad económica y se comprometen en la construcción de una Política Económica Común e Inclusiva, que aproveche las ventajas de la región en recursos alimenticios, hídricos, materias primas industriales y energéticas, generando una integración productiva y la complementariedad entre los países.
En el nuevo orden mundial, la importancia de América del Sur en la economía internacional es innegable. Es uno de los polos económicos más dinámicos. Actualmente, el PIB de los países de la Suramérica representa el 73 por ciento del de América Latina y el Caribe, que a su vez representa el ocho por ciento del comercio mundial. A pesar del peso económico, la matriz productiva y exportadora de nuestros países continúa centrada en el sector primario y en las manufacturas intensivas en materias primas y recursos naturales. Este fenómeno responde a los altos precios de los commodities en el mercado internacional, pero también a la concentración de la inversión, tanto nacional como extranjera, en la explotación de materias primas. Como consecuencia, los países suramericanos enfrentan la amenaza de la desindustrialización y reprimarización de sus economías. Estos procesos conllevan el aparecimiento de enclaves productivos cuya generación de riqueza no se transmite al total de la economía, dadas las escasas concatenaciones productivas que generan y la fuga de capitales en forma de repatriación de ganancias y beneficios y de incremento desmedido de las importaciones. Esos enclaves, muchas veces son parte de la parasitaria inversión extranjera que no paga impuestos y aporta muy poco a nuestros países.
La forma independiente que los países suramericanos han concebido su desarrollo económico, ha dado origen al establecimiento de estructuras productivas orientadas a satisfacer solamente necesidades extra regionales, llevando a que la dinámica económica de los países de la región contribuya en poco o nada a la dinámica económica colectiva de la región. Debido a este modo individualista de concebir el crecimiento económico y de aplicar políticas comerciales fundamentadas en aperturismos indiscriminados, la mayor parte de las economías suramericanas han experimentado procesos de desmantelamiento productivo o pérdida de dinamismo económico en los sectores industriales. Paralelamente grandes segmentos de nuestras poblaciones ven disminuir el desempleo, pero crecer el empleo precario. Y observan que, si bien se nota una clara disminución de la pobreza, la desigualdad se mantiene y a veces es más evidente.
Es necesario que la integración económica suramericana gire en torno a la articulación de las economías nacionales, que las estructuras productivas busquen satisfacer las necesidades de los habitantes de la región, de modo que podamos desarrollar nuestros sectores manufactureros y de servicios. En ese sentido se debe asegurar las condiciones jurídicas y técnicas para promover inversiones productivas regionales. Y finalmente hay que configurar ordenamientos productivos que contribuyan a que todas y cada una de las economías de la región alcancen niveles altos de competitividad para poder, en otra fase, competir en los mercados de servicios y manufacturas de mediano y alto valor agregado internacionales.
En el difícil camino hacia un Mercosur Suramericano, Mercosur debe transformarse en la cabeza de puente para formar un bloque comercial suramericano, que se rija por los principios de solidaridad, complementariedad y consideración de las asimetrías en los niveles de desarrollo económico y social de los diferentes miembros, que priorice el papel del Estado, que tenga como finalidad el bienestar de la población en lugar de las ganancias del gran capital, y que sirva como ejemplo de un modelo de regionalismo diferente, frente a los esquemas tradicionales que se basan en el fundamentalismo de mercado.
4. De la cultura del silencio a la cultura de la integración
Sin embargo, para proyectar la integración en América Latina y América del Sur, se debe crear una base simbólica que le dé sustento y aporte a una cultura de la integradora más allá de la muletilla de la Patria Grande.
La cultura del silencio impuesta por las dictaduras y reivindicada por buena parte de los grandes medios de comunicación, creó cimientos simbólicos para la integración de la represión, cuyo mejor ejemplo fue el Plan Cóndor. Cimientos para la desintegración de América Latina y América del Sur.
Si bien de a poco se fue dejando atrás esa realidad, parte de los grandes medios sigue jugando el mismo papel, e intenta recomponer ese sostén para la desintegración, atacando los procesos integradores y reivindicando procesos que fortalecen la dictadura del mercado.
Por lo tanto, en la construcción de una base simbólica y cultural de la integración juega un papel fundamental la comunicación. En ese proceso, un principio a rescatar es el de la democratización de la comunicación que pasa también por la democratización de los medios y debe vincularse a una política común integrada e integradora desde los distintos ámbitos, con el objetivo de fortalecer el camino integrador y aportar en la consolidación de esa base simbólica hacia una cultura de la integración.
La política de comunicación integrada e integradora debe desarrollarse desde los gobiernos, los medios alternativos, los medios públicos y las instancias de integración. Debe partir del significado de la Integración como proyecto estratégico y abrir el debate en América del Sur sobre el significado de la integración y los beneficios de consolidar procesos como el de UNASUR o de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
En una política integrada e integradora los medios públicos y alternativos deben asumir una comunicación liberadora. Si, como hasta ahora, siguen copiando la lógica de la comunicación dominante poniendo énfasis solo en la efectividad el mensaje, con una mirada- producto de la comunicación, seguirán aportando poco o nada al proceso integrador. Es necesario dar mayor contexto, marco histórico, mostrar la multiplicidad de actores en los procesos de integración y abrir un debate desde el pensamiento crítico. Cuando solo se intenta imponer el mensaje las grandes masas no lo asumen como propio. Por lo tanto, cuando solo se intenta imponer el mensaje sobre integración termina siendo rechazado o se asume superficialmente y finalmente se olvida.
Para consolidar un futuro integrador hay que consolidar un pasado integrador.
Por eso es necesario que los medios públicos y alternativos cumplan un rol activo en la recuperación de la memoria histórica sobre integración más allá de los repetidos discursos rememorando a Simón Bolívar. Una política de comunicación integrada e integradora debe crear vínculos entre los medios, las universidades, centros de investigación y los procesos de integración, para realizar actividades conjuntas y armar una red que aportará en la consolidación de la base simbólica y cultural de la integración.
Desde el Centro de Comunicación e Integración (CCI) de la Secretaría General de UNASUR en los últimos meses iniciamos una recuperación de toda la memoria histórica de UNASUR, organizando toda la documentación que es la base del proyecto estratégico de integración de América del Sur que se irá consolidando con el fortalecimiento de toda la Unión. Es fundamental que esa documentación esté al alcance de las universidades e instituciones y organismos vinculados con la integración, y también de los propios medios de comunicación. Además de esa recuperación de documentos está la recuperación de datos e indicadores necesarios para consolidar el proceso integrador. Por otro lado, también se inició la necesaria vinculación con las universidades de América del Sur, estableciendo vínculos a nivel académico, organizando actividades conjuntas y trabajando en el posicionamiento de la integración suramericana a nivel universitario y educativo en general con el objetivo de aportar y caminar hacia esa cultura de la integración.
Además, el CCI conecta mediante una tecnología de punta a las distintas instancias de UNASUR permitiendo que se puedan desarrollar reuniones mediante videoconferencias y otras herramientas. Eso agilitará los procesos en los consejos sectoriales, grupos de trabajo y otras instancias y permitirá hacer un seguimiento permanente de políticas comunes, acuerdos, proyectos que van tejiendo la unidad de nuestras naciones y fortaleciendo la integración. Es una herramienta importante para una política integrada e integradora.
Los Institutos de UNASUR también son importantes para una política integrada e integradora, y para consolidar una base simbólica y cultural, porque brindan a la integración elementos necesarios para elaborar políticas públicas comunes en las áreas que trabajan. El Instituto Suramericano de Gobierno en Salud (ISAGS) aporta a UNASUR la generación de conocimiento para ir consolidando una mejor calidad de las políticas de salud en nuestros países, de las políticas comunes. Por lo tanto, realiza un aporte fundamental para mejorar la salud de la población de América del Sur.
El Centro de Estudios Estratégicos de Defensa (CEED) aporta con análisis, estudios y bases teóricas necesarias para consolidar una política estratégica de defensa desde América del Sur, desde una mirada común de nuestros países. Es una instancia necesaria para América del Sur, pero antes por diferentes intereses era imposible implementar, entonces asumíamos una estrategia común de defensa con los ojos de potencias externas.
Sin embargo todavía falta establecer una política integrada e integradora entre los institutos, el CCI, los Consejos y todas las instancias de UNASUR, y consolidarla en el mediano plazo.
Como se ve hay mucho por hacer todavía para establecer las bases simbólicas necesarias que consoliden una cultura de la integración y el propio proceso integrador, y en ese camino la comunicación juega y jugará un papel fundamental.
A propósito de la crisis de la Unión Europea, el escritor Humberto Eco decía que a Europa la unificó la cultura, la interacción de su diversidad cultural. La representación simbólica de la Europa unida la logró el movimiento cultural europeo, ni el comercio ni la economía ni la política.
Más allá de las frases hechas, de las consignas sobre la Patria Grande y la reiterada mención a Bolívar, es necesaria una construcción cultural contra hegemónica para lograr consolidación simbólica de la integración.
Con el colonialismo y la dependencia se ha impuesto una representación colonial del Sur, que se evidencia también en la representación colonial de América Latina y América del Sur. Representación según la cual hay un destino manifiesto que no permite lograr la integración. La lucha contra esa representación simbólica colonial, es parte de la lucha por la integración y por la independencia. Es necesario trabajar desde los procesos integradores, los gobiernos, el movimiento cultural, los medios de comunicación y el movimiento social y político en la construcción de una representación liberadora que substituya definitivamente la representación colonial que se fortalece en el actual neocolonialismo. En ese proceso debemos ir más allá de la recuperación histórica y lograr una apropiación histórica.
En ese proceso de consolidación cultural y simbólica un gran reto de UNASUR y en todos los niveles de integración es involucrar a las organizaciones sociales y a los movimientos sociales en una confluencia desde abajo, desde los pueblos. Obviamente no todas las organizaciones sociales representan al pueblo en general, pero sí son instancias importantes que dan base social a los procesos integradores. Si no se produce una integración desde los pueblos, si no hay una integración cultural y de procesos culturales conjuntos de los países, es muy difícil consolidar un proceso integrador de largo plazo.
rmh/kl
*Periodista, escritor y político ecuatoriano-uruguayo
(Tomado de Firmas Selectas)