Por Adriana Robreño
Corresponsal jefe de Prensa Latina en Ecuador
Activistas y pobladores se unieron en una campaña llamada Quito sin minería para impedir que las 12 concesiones hechas para la actividad extractiva no acaben con un bosque que sirve de hogar a más de 600 tipos de aves y es refugio del oso andino, una especie endémica de la zona.
Además de su valor ambiental, ese espacio custodia parte del patrimonio cultural del país, con 320 sitios arqueológicos, vestigios de los pueblos Yumbo, KituKara e Inca.
Tras un largo proceso de recolección y validación de unas 200 mil firmas, los ambientalistas lograron que el Consejo Nacional Electoral aprobara el proceso consultivo.
Fueron más de mil voluntarios, muchos de ellos jóvenes, quienes se movilizaron por los barrios de la capital ecuatoriana para recolectar las rúbricas del 10 por ciento del padrón electoral del municipio de Quito.
Si bien el Chocó Andino es un área de importancia para todo el país por su biodiversidad, únicamente serán los residentes en el distrito metropolitano de Quito quienes decidirán en las urnas si prohíben o no la minería metálica a pequeña, mediana y gran escala.
EL PELIGRO DE LA MINERÍA
Esa reserva natural remueve de la atmósfera por lo menos 266 mil toneladas de carbono anualmente, lo que ayuda a disminuir el calentamiento global, y allí habitan 150 especies de mamíferos, 90 de reptiles, 120 de anfibios y más de tres mil variedades de plantas.
Inti Arcos, biólogo y coordinador de la mancomunidad del Chocó Andino, explicó a Prensa Latina que, independientemente de la necesidad de preservar el medio ambiente, la ciudad necesita de esa zona verde para la producción de alimentos y para el suministro de agua.
El cobre se saca y se acaba, el petróleo se saca y se acaba, pero los gobiernos no piensan en otras alternativas económicas sustentables a largo plazo, lamentó el experto.
Esos bosques con árboles enormes y ríos son clave en la lucha de Ecuador contra el cambio climático y contribuyen a la descontaminación de Quito, con tres millones de habitantes, señaló el activista.
Arcos reside en medio del bosque, en una reserva denominada Intillacta, área que, aunque es privada, fue entregada como concesión a una empresa minera. Según explicó, eso es posible, porque su familia es dueña de lo que está en la superficie, pero como el Estado es el propietario del subsuelo legalmente pueden otorgarlo a esas compañías.
Hay 12 concesiones en todo el Chocó Andino, pero hasta ahora no existe explotación en ningún área, porque aún no tienen las licencias ambientales requeridas para iniciar la actividad extractiva, comentó con alivio y preocupación a un grupo de periodistas de visita en el sitio.
“Para mí, salvar este territorio es salvar la vida de mi familia, de mis vecinos, pero también crear alternativas que nos permitan ver un futuro más prometedor como seres humanos”, expresó Arcos.
IMPACTO AMBIENTAL, SOCIAL Y ECONÓMICO
El paraje, de más de 286 mil hectáreas, fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Reserva de la Biosfera.
Sin embargo, esa declaratoria no impidió la entrada de compañías extractivistas.
El abogado Fred Larreategui comentó que tras leer con profundidad la legislación vigente es posible concluir que la política pública va encaminada a facilitar la minería y a no detenerla.
También se refirió al debate sobre la posibilidad de llevar a cabo esas acciones de forma responsable y al respecto consideró que siempre es perjudicial, sobre todo en países pequeños como Ecuador, donde además existe una biodiversidad que estaría en riesgo.
Por ejemplo, la minería lleva dinamita y, en esta región en particular, eso afectaría a las aves y el aviturismo, una fuente de ingresos para algunos de los residentes en el área, mencionó Larreategui.
En general, la minería es incompatible con las actividades que desarrollan los casi 20 mil habitantes de las seis parroquias rurales que conforman la Mancomunidad del Chocó Andino: Calacalí, Nono, Nanegal, Nagalito, Pacto y Gualea.
Teolinda Calle es propietaria de la cafetería Los Armadillos, ubicada en la carretera principal que lleva desde Quito hasta esas parroquias, y desde su pequeño negocio se aprecia la belleza y la magnitud de la reserva.
Si comienza la explotación minera, mi emprendimiento quebraría porque perderá su principal atractivo, la vista de ese maravilloso bosque, manifestó en entrevista con esta agencia.
Asimismo, advirtió que la minería no implicará más empleo para quienes viven allí, como afirman los defensores, sino que dejará sin trabajo a quienes ahora viven del turismo o la producción de alimentos.
Aclaró que la consulta popular no es retroactiva, por tanto, si es aprobada, las concesiones entregadas se mantendrían y ellos buscarían la forma de, por la vía legal, impedir que les otorguen los permisos.
Frutas, chocolate, café, panela, la lista de productos que salen del Chocó Andino es muy larga y solo un suelo libre de minería permitirá seguir disfrutando de esos placeres que da la naturaleza.
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