El bosque «donde se han cometido crímenes graves no permanecerá como estaba», anunció el ministro del Interior Kithure Kindiki y subrayó que lo convertirán en un monumento nacional, «un lugar de recuerdo para que los kenianos y el mundo no olviden lo que pasó aquí».
El descubrimiento de más de 200 fosas comunes en Shakahola, un bosque de 325 hectáreas tierra adentro desde la ciudad de Malindi, en el océano Índico, ha conmocionado a los kenianos tras conocerse la historia detrás de una secta maesiánica, que pedía a sus feligreses el sacrificio del hambre como única vía hacia Dios.
Actualmente, el líder de la secta Paul Nthenge Mackenzie y cerca de 35 personas arrestadas, enfrentan varios cargos en el espeluznante caso, mientras algunas investigaciones arrojan indicios sobre un posible tráfico humano, tras encontrar cádaveres sin algunos órganos.
Si bien el hambre parece ser la principal causa de muerte, algunas de las víctimas, incluidos niños, fueron estranguladas, golpeadas o asfixiadas, según las autopsias realizadas por el gobierno.
La víspera, inició una tercera fase de exhumación en la zona desenterrando nueve cuerpos más para llevar el número de muertos a 251, aunque el número de personas reportadas como desaparecidas fue de 613.
El ministro aseguró que las actividades del culto se extendieron más allá del bosque de Shakahola y que las investigaciones basadas en métodos científicos se habían extendido a un área de 14 mil 980 hectáreas.
En medio de todo el proceso, existen aún muchas interrogantes, entre ellas cómo Mackenzie, extaxista devenido pastor y padre de siete hijos, logró evadir la aplicación de la ley a pesar de un historial de extremismo y casos legales anteriores.
El terrible descubrimiento llevó al presidente William Ruto a establecer una comisión de investigación sobre las muertes y un grupo de trabajo para revisar las regulaciones que rigen los cuerpos religiosos.
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